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Solución para los autoabastos

Jorge A. Castañeda | Columna invitada
La semana pasada se publicaron nuevos lineamientos que podrían cambiar la estructura de la industria eléctrica en México. La Comisión Nacional de Mejora Regulatoria dio a conocer los lineamientos para la migración voluntaria y expedita de autoabastecimiento, cogeneración y producción independiente a las figuras previstas en la Ley del Sector Eléctrico, emitidos por la Sener previo a su publicación en el DOF. Lo que parece una regulación secundaria puede tener implicaciones profundas en el sistema eléctrico.
Estos lineamientos fijan las reglas para que los contratos legados, los Productores Independientes de Energía y los autoabastos migren al nuevo marco legal. Si bien se aplican a diferentes esquemas de generación, en el caso de los autoabastos el gobierno parece ofrecer una salida a un conflicto que viene desde antes de la 4T.
Los autoabastos nacieron en 1992, bajo el mandato de Carlos Salinas de Gortari, como una solución pragmática ante una realidad ineludible: la CFE no tenía dinero para invertir. El esquema permitió a privados generar su propia energía e invitar "socios" a consumirla, detonando inversión y dando a la industria acceso a electricidad confiable y a costos competitivos que el Estado no podía ofrecer.
Pero, como suele pasar en México, la figura dio de sí. Lo que inició como autoabastecimiento mutó en un esquema de venta de energía disfrazado. Mediante la venta de acciones simbólicas, empresas como Oxxo o Bimbo se convertían en "socios" de una central eléctrica para acceder a tarifas de porteo (transmisión) subsidiadas, conocidas como "porteo estampilla". El esquema creció exponencialmente, convirtiéndose en lo que la 4T bautizó, no sin cierta razón técnica aunque con excesiva retórica política, como un "mercado negro" eléctrico.
Aquí estalló la guerra. AMLO hizo del autoabasto su villano favorito. La reforma a la Ley de la Industria Eléctrica de 2021 intentó asfixiar el modelo mediante la revisión de permisos y contratos. El conflicto escaló hasta la SCJN que validó la revisión de permisos obtenidos en "fraude", pero mantuvo los amparos, creando un limbo jurídico donde nadie ganaba.
Por eso, los nuevos lineamientos pueden ser, en el fondo, una buena noticia. Ofrecen una migración "expedita" —término que en la burocracia energética suele ser un oxímoron— que reconoce que no se puede desconectar a medio México industrial y que el modelo de 1992 ya no es sostenible políticamente. Para el Mercado Eléctrico Mayorista (MEM), esto supone la entrada de miles de megawatts de generación y demanda que operaban en un universo paralelo, lo que aporta más liquidez, precios más transparentes y un sistema más robusto.
Los lineamientos también amplían las opciones. Las plantas generadoras pueden migrar al MEM o convertirse en Abasto Aislado si la red no los soporta. Pero la verdadera joya está en que los socios-clientes se pueden "divorciar" de su central original. Ya no son rehenes de su permiso legado; pueden migrar individualmente para convertirse en Usuarios Calificados (y buscar el mejor precio en el mercado) o regresar a Suministro Básico con CFE.
Sin embargo, que nadie descorche el champán todavía. Migrar implica renunciar a derechos adquiridos (y a los amparos ganados) del viejo régimen. Pasar al MEM significa exponerse a precios nodales, congestión y nuevas tarifas de transmisión que ya no serán de "estampilla". La puerta está abierta, pero una vez que se cruza, no hay retorno. Hagan sus números: la era del autoabasto subsidiado ha muerto; larga vida al mercado.

