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Opinión

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Un buen economista

Ahora que se discute en el Congreso el seguro obligatorio en caminos federales, un economista alertaría que la medida incrementaría los accidentes.

En casi cualquier problema cotidiano de personas, empresas, gobiernos y organizaciones de todo tipo, el pensamiento económico puede ser de mucha ayuda. Por ejemplo, si usted trabajara para una aseguradora y quisiera calcular los montos de prima y deducible que debe cobrar a sus asegurados, ¿a quién llamaría?

Yo llamaría a un actuario sin pensarlo dos veces. Con suficientes datos sobre la frecuencia de accidentes en distintas ciudades, distintos tipos de vehículos, distintos grupos de edad y de nivel educativo, un actuario puede saber con mucha precisión cuántos de cada 100 asegurados tendrán accidentes durante el año siguiente. Con los cálculos del actuario todos quedarían contentos. Los asegurados cobrarían siempre que tuvieran un accidente y la aseguradora podría cubrir esos cobros y tener una utilidad adecuada.

Pero un enfoque estrictamente actuarial está incompleto.

Un buen economista nos diría que al haberse comprado un seguro, los conductores tienen menores incentivos a ser extracuidadosos. Si chocan, el daño está cubierto. Haber comprado un seguro cambia los incentivos y la conducta de los asegurados en contra de los intereses de la aseguradora y de la seguridad de otros conductores.

El economista no se conformaría con ayudar al actuario a incorporar en el costo de las primas el cambio en la conducta de los conductores asegurados. El economista propondría modificar los incentivos para lograr disminuir el riesgo. Hoy muchas aseguradoras ofrecen descuentos en las primas a los conductores con mejor historial de manejo y primas más elevadas a conductores con peor historial. También ofrecen combinaciones de primas bajas y deducible alto que incrementan el costo de no tener cuidado y abaratan el de estar asegurado si se maneja con mucho cuidado.

Ahora que se discute en el Congreso el seguro obligatorio en caminos federales, un economista nos alertaría que la medida podría incrementar la incidencia de accidentes. Un buen economista propondría que las aseguradoras tuvieran que ajustar individualmente la prima de cada conductor en función de su historial de manejo: exceso de velocidad, pasarse los altos y manejar en estado de ebriedad. Si exceder el límite de velocidad o manejar ebrio me costará tener que pagar el doble o triple por mi seguro obligatorio, me lo pensaría dos veces antes de volver a arriesgarme.

Ojalá que en el Congreso haya al menos un buen economista.

achacon@eleconomista.com.mx

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