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Opinión

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Reinventar el gobierno

Estos últimos días se han anunciado diversas estimaciones del Producto Interno Bruto. Banco de México y la Secretaría de Hacienda, una vez más, pronostican hacia la baja. Si bien nos va, tendremos un crecimiento entre 2 y 2.5 por ciento. Dado que el entorno internacional no ayuda a alcanzar la anhelada senda del crecimiento económico, sostengo una vez más la tesis de que es urgente reinventar el gobierno.

No es fácil alcanzar tasas de crecimiento económico de 4 o 5%, somos una economía en vías de maduración con fundamentos macroeconómicos sólidos, un manejo de las finanzas públicas sofisticado pero con obstáculos internos más parecidos a los de un país subdesarrollado. Además, con una desigualdad extrema que no es moral ni éticamente correcta; el segundo país más desigual de la OCDE y en la región más desigual del mundo, América Latina.

Las reformas estructurales han sido un gran paso, pero la implementación no será inmediata. Entonces, es necesario reinventar el gobierno, reinventar nuestra relación con el sector privado y con la sociedad organizada.

Anunciaron a principios de año el presupuesto base cero, y aunque oficialmente se informarán los resultados hasta septiembre con el paquete fiscal 2016, los ciudadanos, y especialmente los economistas organizados, estamos esperando muchas respuestas: ¿cuántos programas van a fusionarse por duplicidad? De los casi 900 que existen, ¿cuántos van a desaparecer por falta de resultados? ¿Cuántos organismos descentralizados o desconcentrados se van a eliminar de los más de 350 que hoy incluso ni alcanzamos a entender su función? Otra gran incógnita será si este esfuerzo federal será suficiente, o si habrá la posibilidad de sumar también a los estados y municipios. La duplicidad se da también en la delgada línea de funciones entre órdenes de gobierno.

El gobierno debe transformarse en un gobierno corporativo, las inercias no pueden tomar el control de las decisiones de gobierno, la diferencia radicaría en la administración de los ingresos para la maximización del beneficio social. Ese camino, junto con la profesionalización auténtica de los burócratas y un verdadero servicio civil de carrera, podría acabar con el paradigma de que gobierno es igual a ineficiencias, corrupción u obsolescencia.

Hay que incorporar la competencia a toda la actividad pública.

Todo gasto autorizado debe ser plenamente justificado. Se debe estimular el ahorro y la flexibilidad en los traspasos.

Un gobierno debe ser de resultados. Si no se miden resultados, no se puede distinguir entre éxito y fracaso.

Centralizar la acción en el usuario no debe ser una consigna vacía, debe ser la esencia de cualquier gobierno. Hay que satisfacer las necesidades de los ciudadanos y no las de la burocracia.

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