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La educación musical como herramienta para forjar un mejor futuro para las niñas, niños y jóvenes

La educación musical enseña valiosas lecciones sobre trabajo en equipo y colaboración. La práctica conjunta en orquestas o bandas fomenta la sincronización y la escucha activa.
La educación musical, tradicionalmente vista como un complemento a la formación académica ha demostrado ser una herramienta poderosa para el desarrollo integral de niños, niñas y jóvenes. Aprender a tocar un instrumento musical no sólo enriquece el espíritu y cultiva la sensibilidad artística, sino que también brinda una serie de beneficios que trascienden el ámbito musical, contribuyendo de manera significativa al crecimiento personal y social de los estudiantes.
Una de las lecciones más valiosas de la educación musical es la enseñanza del trabajo en equipo, la práctica conjunta ya sea en una orquesta o banda, requiere de sincronización, escucha activa y colaboración. Los estudiantes aprenden a armonizar sus partes con las de los demás, desarrollando un sentido de comunidad y pertenencia.
Aprender a tocar un instrumento demanda dedicación y práctica constante, los estudiantes se enfrentan a desafíos técnicos y musicales que sólo pueden superarse con esfuerzo y constancia. Esta disciplina se traduce en una valiosa lección de resiliencia frente a los obstáculos, no sólo en la música, sino en cualquier ámbito de la vida. La satisfacción de lograr tocar una pieza musical tras horas de práctica inculca en los jóvenes un sentido de autoeficacia y confianza en sus propias capacidades.
La música se presenta como un medio poderoso para expresar emociones, permitiendo a niñas, niños y jóvenes transformar sus sentimientos, desde alegría hasta tristeza, en arte. Este proceso no sólo fomenta la autoestima al valorar sus emociones, sino que también les enseña a expresarlas constructivamente. En Finlandia, la educación musical comienza desde el primer año de primaria, enfocándose en cultivar la expresión musical a través de juegos y canciones. Gracias al apoyo financiero del gobierno, acceder a la educación musical pública es asequible, lo que facilita que más estudiantes participen.
En la era digital saturada de pantallas, la educación musical ofrece una salida saludable, distrayendo a los jóvenes del ocio y las malas influencias. La música no sólo les proporciona una actividad productiva, sino que también los integra en una comunidad con valores positivos, esto les da un sentido de pertenencia y dirección, alejándolos de problemas como la violencia y delincuencia. Un estudio reciente de Common Sense Media revela que el tiempo frente a pantallas ha aumentado significativamente para niñas, niños y adolescentes tras la pandemia, los niños entre 8 y 12 años pasan unas cinco horas y media diarias en pantallas, cifra que asciende a más de ocho horas en adolescentes.
La implementación de programas de educación musical en comunidades vulnerables ha demostrado ser una estrategia efectiva en la prevención de la violencia y la delincuencia. Al proporcionar a los jóvenes oportunidades de desarrollo personal y social a través de la música, se reduce la probabilidad de que se involucren en actividades perjudiciales.
La educación musical ofrece beneficios que van más allá del aprendizaje de habilidades musicales. Al promover el trabajo en equipo, la disciplina, la autoestima, y ofrecer una alternativa a las influencias negativas, más que una actividad extracurricular, la educación musical debe ser considerada una política pública preventiva y prioritaria, capaz de transformar vidas y comunidades, proveyendo a los jóvenes de herramientas para construir un futuro mejor, lejos de la violencia y la delincuencia. Recordemos esa vieja frase que dice: “cuando un niño agarra un instrumento musical, jamás tomará un arma”.

