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La Cultura de la Paz, Acapulco (primera parte)

La indiferencia es una catástrofe: Stephen Grosz
Durante los primeros minutos del miércoles 25 el huracán Otis, de categoría 5, entró a Acapulco. Testimonios de habitantes y turistas que sufrieron la entrada de Otis coincidieron en que ni las autoridades ni los hoteles alertaron a la población ni a sus huéspedes, respectivamente, sobre la gravedad de la situación ni aplicaron protocolos de seguridad. Los visitantes fueron enviados a sus habitaciones, a la orilla del mar, a esperar a que el huracán entrara por la ventana. No se les informó sobre zonas seguras.
Hace 26 años, la madrugada del 9 de octubre de 1997 el huracán Paulina, que alcanzó la categoría 4 en la escala de Saffir-Simpson destrozó Acapulco, fue una de las mayores tragedias en la región, dejando muerte y destrucción. En ese entonces, la respuesta del gobierno fue inmediata.
El Fondo de Desastres Naturales (FONDEN) creado en 1996 funcionó por casi un cuarto de siglo hasta que, el 21 de octubre de 2021, a iniciativa del mandatario el Senado de la República lo extinguió, junto con otros 108 fideicomisos, so pretexto de mal manejo de recursos por parte de funcionarios públicos, argumento que nunca se probó.
Se sabe que los huracanes tienen periodos de retorno de aproximadamente 20 años y el último de esa magnitud en Acapulco fue el Paulina por lo que era previsible que ocurriera algo similar en estos tiempos. Sin embargo, las actuales autoridades de ninguno de los tres niveles de gobierno pusieron atención en ello y consecuentemente no se prepararon.
El domingo 22 el Servicio Meteorológico de la CNA reportó la formación de Otis cerca de las costas de Oaxaca y que su trayectoria tocaría tierra en Acapulco; el Centro de Huracanes de Estados Unidos alertó en varias ocasiones sobre el huracán y a las 15 horas del martes 24 sobre su peligrosidad extrema que llegaría a evolucionar para llegar a la categoría 5. Se indicó que sería un huracán extremadamente peligroso cuando alcanzara la costa por lo que se recomendó acelerar los preparativos para proteger vidas y propiedades.
A pesar de más de 10 alertas tempranas, no existió preparativo alguno ni reacción de las autoridades mexicanas. Sólo se publicó a las 20:06 un escueto mensaje del presidente en X (twitter) alertando a la población de Guerrero, pocas horas antes de la llegada del meteoro. Por la mañana de ese mismo martes el mandatario dedicó su conferencia diaria a regodearse con la desaparición de los fideicomisos del Poder Judicial de la federación, pero omitió mención alguna sobre el fenómeno climático, aunque para ese momento ya había pronósticos, avisos y alertas sobre el huracán Otis.
Se tiene noticia de que el propio martes, mientras Otis crecía, en vez de alertar a la población, tomar medidas preventivas y organizar una evacuación en Acapulco, la titular de la Coordinación Nacional de Protección Civil departía en una comida que ofreció el titular de la Secretaría de Marina en honor del ex subsecretario de Derechos Humanos, ágape que también disfrutaron la secretaria de Gobernación y el director general del IMSS.
La situación en Acapulco y municipios aledaños afectados, en donde viven más de un millón de personas, es de desastre y de crisis humanitaria. Tristemente el inquilino de Palacio Nacional, consistente con el ambiente de polarización que impulsa y con su permanente descalificación a la sociedad civil organizada pretendió neutralizarla y socavar la natural solidaridad que nos caracteriza, ordenando que el ejército distribuyera –en exclusiva- los víveres como comida, agua, medicamentos y otros artículos de primera necesidad que reclamaba la población afectada para subsistir. Con ese pretexto se procedió a evitar, aún violentamente, que la ayuda de integrantes y organizaciones de la sociedad civil llegara a los acapulqueños de tal suerte que hubo de acudir a la Justicia Federal. El viernes 27 se concedió la SUSPENSIÓN DEFINITIVA a tan aberrante y perversa medida para que las autoridades responsables permitieran el acceso a Acapulco, la entrega de víveres y la ayuda humanitaria a los damnificados por la población y organizaciones civiles.
La falta de agua y de comida combinada con la lentitud del apoyo monopolizado por los militares han propiciado actos de rapiña y saqueo que fueron tolerados por la Guardia Civil y la policía local en los que algunos de sus integrantes participaron. Sin embargo, para la alcaldesa de Acapulco la rapiña y saqueos a establecimientos a centros comerciales a hoteles y a viviendas dañadas son actos de “cohesión social”. Habitantes de Acapulco y de las demás localidades afectadas se han organizado para protegerse de robos a establecimientos y viviendas, ante la falta de seguridad pública.
Existen señales de que la distribución del apoyo con la participación de “servidores de la nación” a los habitantes de las zonas afectadas serán aprovechadas por el gobierno federal con fines electorales lo que parecería un acto de rapiña al pretender obtener ventaja política del desastre que sufre la gente en Acapulco y en las demás localidades afectadas.
Ante otras catástrofes naturales hemos experimentado extraordinarias experiencias de contagios positivos en nuestro tejido social que han mostrado una sociedad amistosa, hospitalaria, fraternal, solidaria y organizada en apoyo de los afectados para superar esas crisis, situación muy distinta a la polarización y de la apatía que hoy nos aquejan, estimuladas por el presidente y sus correligionarios.
Hoy las personas en Acapulco y los demás municipios afectados viven en una desolación material y de su tejido social, impera el caos, el desorden, la inseguridad, la desesperación y la violencia aprace.
Esto significa que no sólo es indispensable y urgente un eficaz y oportuno programa de reconstrucción material, teniendo en cuenta que Acapulco, por su actividad turística, es la principal fuente de ingresos y generadora de empleos en el sur del país. También es de la mayor prioridad actuar en apoyo de los cientos de miles de personas que viven en las costas surianas afectadas y que nos necesitan para contribuir a restaurar el tejido social, la armonía, la alegría, la esperanza y la paz.
Actuemos juntos -sociedad y gobierno- en apoyo a los afectados por Otis.
No olvidemos que Acapulco es un orgullo de todo México.
*El autor es abogado, negociador y mediador.
Twitter: @Phmergoldd

