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Opinión

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Gato por liebre

Para fomentar mayor competencia debe subsidiarse a la demanda y una de las formas de subsidiar la demanda es a través de los polémicos bonos o vouchers educativos.

En los años cincuenta Milton Friedman (Nobel de Economía 1976) observó que mientras más centralizado por el gobierno está un servicio, la calidad empeora mientras que el costo sube. Esa observación sigue siendo aplicable aquí y en China a servicios que van desde la recolección de basura hasta el servicio de bomberos, pasando por los servicios de salud y, por supuesto, la educación.

En ese contexto, Friedman cuestiona la nacionalización de los servicios educativos (subsidio a la oferta pública) y propone fomentar la competencia entregando a los padres y a los jóvenes la decisión sobre en qué escuela ejercer el subsidio (subsidio a la demanda).

Una de las aportaciones fundamentales de Friedman fue establecer la diferencia entre subsidiar y operar un servicio. Usar dinero público para cubrir las necesidades básicas de educación de quienes no tendrían acceso a esos servicios tiene mucho sentido, ya que de otra forma esas personas quedarían con pocas posibilidades de ser productivas y heredarían a sus hijos la misma condición. La sociedad en su conjunto estaría peor si dejáramos que cada quien se rasque con sus propias uñas.

Lo que no tiene sentido alguno es equiparar la justificación para subsidiar un servicio con justificar que el gobierno monopolice su operación y se entregue a sí mismo un subsidio para ofrecer un servicio de alto costo y mala calidad. El resultado, costos que crecen y calidad que se desploma. La sociedad está peor que con alternativa: permitir mayor competencia entre operadores públicos y privados.

Una de las opciones para fomentar mayor competencia es subsidiar a la demanda y una de las formas de subsidiar la demanda es a través de los polémicos bonos o vouchers educativos.

Los vouchers pueden contribuir a mejorar la calidad y hacer más eficiente el gasto en educación.

Sin embargo, la discusión va mucho más allá de votar a favor o en contra de los vouchers para el caso mexicano. Vouchers o no vouchers no es la pregunta adecuada, sino para qué, para quiénes, en dónde y, sobre todo, cómo.

En 14 estados de la Unión Americana, Colombia, Brasil y Holanda hay ejemplos de usos pragmáticos de los vouchers que no implican desmantelar el sistema de educación pública. Legisladores, comentócratas, activistas y funcionarios bien podrían echarse un clavado en la evidencia y en los cómos.

achacon@eleconomista.com.mx

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