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Opinión

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Familias mexicanas, con menor poder adquisitivo

En días pasados, el Inegi difundió datos que revelan que el ingreso de los hogares decreció en términos reales 3.5% respecto del 2012, es decir, en términos generales tiene menor poder adquisitivo que hace dos años, y esta conclusión no deja de ser preocupante.

La Encuesta Ingreso Gasto mostró que las remuneraciones por trabajo siguen representando la mayor fuente de ingresos de los mexicanos con 55% del total, y este rubro en particular tuvo un incremento real de casi 8%, es decir, los salarios o similares remuneraciones crecieron, y 2) la razón principal de la caída del ingreso fue la disminución de las transferencias, de las remuneraciones en especie y del autoconsumo.

Al reagrupar los hogares por deciles, sólo el decil I el de menores ingresos tuvo incremento en su ingreso (2.1%), el resto tuvo caídas en sus ingresos. Es decir, los más pobres de este país cada día dependen más de los programas sociales y, en un caso extremo, esto puede incluso conducir a más pobreza.

Sólo 30% de los hogares con mayores ingresos (deciles VIII, IX, X) concentró más de 60% de los ingresos corrientes totales, mientras que el restante 70% (deciles I al VII) generaron menos de 40% del ingreso total. En otras palabras, los pobres siguen siendo muchos, y los ricos, unos cuantos.

Salta la duda sobre si los programas sociales están disminuyendo la desigualdad. En el 2014, el cálculo del coeficiente de Gini, indicador que por excelencia mide este fenómeno, fue de 0.438, pero si no hubieran recibido transferencias, entonces el coeficiente habría sido de 0.491, esto es, habría mayor concentración del ingreso en menos hogares. Conclusiones: que los programas sociales coadyuvan a disminuir la pobreza sólo en el decil más bajo, y no son suficientes para erradicar la desigualdad.

Por otro lado, el gasto promedio por hogar tuvo un desempeño peor al del ingreso, ya que disminuyó más de 5%, destinando 34% de éste a alimentos, bebidas y tabaco; 19% a transporte y comunicación, y 14% a educación y esparcimiento. Analizado por deciles, los mexicanos más pobres destinan más de 50% de su ingreso a la alimentación, mientras los más ricos, sólo 20 por ciento. La educación y el esparcimiento es un gasto sólo para pocos mexicanos; los más ricos destinan 21% y los más pobres, menos de 6% de su ingreso.

Concluiría: la seguridad alimentaria y educativa sigue siendo un reto nacional. Los economistas creemos que la reducción de la pobreza y la desigualdad deben seguir formando parte de la agenda estratégica de este país, los números muestran que aún hay mucho que hacer.

*La autora es presidenta de la Federación de Colegios de Economistas de la República Mexicana, AC.

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