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Entre polos opuestos: la industria eléctrica en medio de la Suprema Corte y el Congreso
Quien busque una conexión entre lo que dice la Constitución sobre la electricidad y las reformas a la Ley de la Industria Eléctrica (LIE) sin duda entrará en shock. No hay manera de juntar estos cables sin recibir una descarga letal. La razón jurídica es sencilla. La norma constitucional, que es la superior, es generosa en su amplitud a la participación del sector privado. En cambio, la ley secundaria es notablemente más restrictiva en varios sentidos que han sido repetidos ya hasta el hartazgo en una diversidad de medios. Sin embargo, para los que por cualquier razón aún no están enterados, ahí van de nuevo: la LIE relega a las empresas privadas a cuarto o quinto lugar para inyectar su electricidad a la red; los amenaza con terminar con sus contratos y permisos a falta de un procedimiento claro ante la CRE; le da ventajas de financiamiento a través de los Certificados de Energías Limpias a la centrales obsoletas y contaminantes de CFE; le da potestades a CFE para comprar energía eléctrica por sí y ante sí a falta de un concurso competitivo; además de otras restricciones ya muy cantadas, técnicas y difíciles de explicar al público en general. Como sea, pareciera obvio que todas ellas trastocan el modelo eléctrico plasmado en la Constitución.
Esto último no fue tan evidente para los ministros de la Suprema Corte quienes, al votar el proyecto de la acción de inconstitucionalidad interpuesta por el Senado, no reunieron los ocho votos requeridos para mandar la ley a la guillotina. Por otra parte, en lo que respecta a las controversias constitucionales puestas en acción por la Comisión Federal de Competencia (Cofece) y el Ejecutivo del Estado de Colima, éstas se fueron derechito al basurero. Con la excepción de un puñado de ministros, el mensaje, tanto para la Cofece como al gobernador de este estado, fue “a ustedes la legislación eléctrica no les compete.”
Todo esto sucedió casi al mismo tiempo en que la Cámara de Diputados votó en contra de la reforma constitucional del presidente López Obrador –o más bien, de Manuel Bartlett. Al no llegar a la mayoría calificada de las dos terceras partes de los diputados presentes, la iniciativa quedó desechada. Fue así como dos instrumentos normativos quedaron pésimamente conectados. No hay manera de que por esa red de normas se conduzca una industria eléctrica sana y funcional. A continuación, explicaremos con más detalle por qué.
Ya hemos explicado que la LIE sobrevivió al pasar tres veces por la Suprema Corte de la Nación. En un carril paralelo, con días de diferencia, la reforma constitucional topó pared en el Congreso, lo cual resulta en un andamiaje jurídico gravemente irregular. Se puede entrar a la pirámide por la base, pero una se descalabra al tratar de ascender. Por otra parte, hay cientos de empresas amparadas en contra de la LIE, lo cual permite que unas avancen, mientras que otras se queden atrapadas. Las amparadas podrán seguir avante, precariamente, mientras que las otras simplemente quedarán hasta abajo en tanto no se amparen o la ley cambie. Esta es una arquitectura insostenible.
Más allá de la desconexión entre la Constitución y la LIE, está el campo administrativo, minado para las empresas. La que ponga un pie en la Comisión Reguladora de Energía (CRE) seguramente saldrá gratuitamente malherida por la dilación o negación de un trámite vital para su operación. La CRE también hace visitas “sorpresa” a domicilio, so pena de multar o revocar los permisos, arbitrariamente. Ahora, con la LIE involuntariamente viva y coleando por la falta de impulso, en un sentido o en otro, de la Suprema Corte, es previsible que aprovechen esta corriente para intensificar estos asaltos.
Por último, hay un detalle muy resaltable: tanto la LIE como el marco Constitucional sobrevivieron por falta de votos. Ni en la Corte ni en el Congreso se llegaron a las mayorías necesarias para que algo cambiara, para bien o para mal. En el caso de la acción de inconstitucionalidad votado por la Corte, para invalidar algunos artículos, faltaron uno o tal vez dos votos. O sea, en el análisis de esa acción la LIE pasó de “panzazo”. En lo que toca a la reforma constitucional, la mayoría simple tenía su respaldo, pero fracasó por faltarle aproximadamente 50 votos. Así, pudiera decirse que, por una cabeza, ganó la carrera el texto vigente.
No hay un sistema jurídico viable cuando los polos opuestos se conectan. Al contrario, éste entra en shock, paralizado hasta encenderse y calcinarse. Y quién sabe para cuándo la industria eléctrica se levante se sus cenizas.