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Opinión

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Mientras que la firma de análisis apenas y puso en revisión la nota mexicana, los funcionarios del gobierno federal y la prensa nacional la elevaron al rango de la AAA y, prácticamente, beatificaron a Standard and Poor’s (S&P).

La misma firma que fue satanizada en Estados Unidos tras atreverse a degradar la calificación perfecta de ésa, la economía más importante del planeta, pagó caro las consecuencias de evidenciar la impericia política de Washington.

Tampoco se puede olvidar que las firmas responsables de analizar el riesgo se equivocaron en la valuación de los activos tóxicos previo a la Gran Recesión del 2008. Dieron por buenos papeles basura que hicieron perder billones de dólares a millones de personas.

Así que es posible que firmas como la misma S&P, Moody’s o Fitch no estén en el tope de su fama pública. Digamos que sus calificaciones siguen degradadas tras los pasados años de crisis y los presentes años de caída en Europa.

Con todo, dichas firmas son capaces de influir en el movimiento de los mercados con sus consejos y recomendaciones.

Lo que ayer hizo la firma Standard and Poor’s no fue mejorar la calificación de la deuda soberana mexicana. Simplemente, anunció que durante los próximos 18 meses analizará la situación interna de México para decidir una posible mejoría.

La perspectiva positiva , indica la propia firma, refleja una mayor probabilidad entre tres de que el gobierno logre obtener la aprobación para varias políticas que mejoren significativamente el margen de maniobra fiscal de México e inyecten dinamismo a su economía.

Al final, lo que realmente hace la correduría es presionar más por los cambios. Porque, si lo vemos con atención, lo que propone S&P es un canje de una mejor calificación por las reformas estructurales.

Pero, ante la necesidad de sumar lo que sea para darle más impulso a la locomotora peñanietista de los cambios, la noticia fue recibida como si se tratara de una verdadera estrellita en la frente.

La noticia de la posible mejora futura en la calificación fue tomada como todo un evento por la prensa mexicana. Espacios destacados en radio y televisión, primeras planas en diarios no especializados... En fin, como si se tratara, efectivamente, de un cambio determinante.

Lo que está sucediendo es el cierre de un círculo virtuoso para propiciar realmente un cambio de raíz en este país. Los cambios aplicados generan expectativas positivas que impulsan esas modificaciones, que a su vez son posibles por su buena aceptación.

Es básico que al interior las fuerzas políticas compartan el convencimiento de que hay que hacer cambios por el bien del país. Pero hacia afuera también es indispensable que haya esa certeza de modificación positiva para el país, porque puede provocar el respaldo financiero de los abundantes capitales que ahora mismo en el mundo buscan los mejores rendimientos.

Por eso, que Standard and Poor’s o Moody’s anuncien que, posiblemente, algún día de éstos, podrían subir la calificación crediticia de México no es un hecho relevante. Pero suma a la causa.

ecampos@eleconomista.com.mx

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