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Amor y paz con EU, ¿es en serio?
Jared Kushner es una institución diplomática. Bueno, así lo piensa el presidente de Estados Unidos. Por eso eligió a Rex Tillerson como secretario de Estado en el 2017 cuando llegó a la Casa Blanca; para que no le hiciera sombra a su yerno en sus tres relaciones estratégicas favoritas: Arabia Saudita, Israel y México.
Arabia Saudita: inversiones paralelas a su cargo presidencial.
Israel: reconfigurar la geopolítica de Oriente Medio, a petición del yerno.
México: una fuente de demagogia populista diseñada por Steve Bannon para que los estadounidenses conozcan el apocalipsis en Facebook Live y en noticieros de Fox News.
Éste es el microcosmos en el que vive el presidente de Estados Unidos, una mirada común entre animadores de programas televisión.
Luis Videgaray leyó muy bien la clave diplomática de Trump: cruzó el puente no institucional que le tendió Kushner a un costo muy elevado para un presidente animado únicamente por las formas sintéticas de la política. Peña Nieto: nunca tuvieron cumbres presidenciales.
El determinismo geográfico quiso que México y Estados Unidos vivieran en pareja, aunque en ocasiones uno de los dos países, o ambos, no lo quisieran.
Ayer, la secretaria de Gobernación pronunció una frase elaborada 100% con contenido emocional: “El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pude hacer lo que guste en su territorio” (Notimex). El deseo de Olga Sánchez Cordero embona con las buenas intenciones (también elaboradas con 100% de contenido emocional) del presidente López Obrador, “amor y paz”, en cuanto a su ánimo de mantener una buena relación con EU.
No. Trump no puede hacer lo que quiera en su país por una sencilla razón: existe una frontera con México y, por ende, el tema de seguridad le obliga a incluir la relación bilateral dentro de su agenda doméstica. En ella, las decisiones que tome mantienen una correlación elevada con las decisiones del gobierno de México.
En el otro lado de las palabras “amor y paz” se encuentra la realpolitik. Los códigos diplomáticos se inventaron para fijar coordenadas con las que se eliminan asimetrías entre las naciones. “Amor y paz” refleja el desinterés que se tiene por la diplomacia desde Palacio Nacional.
Al día de hoy, no existen salidas de emergencia mexicanas a la crisis de seguridad inventada por Trump. Si Kirstjen Nielsen avisa al gobierno de López Obrador que muy pronto enviarán a México a muchos más migrantes centroamericanos de los que deportan en la actualidad, el presidente responde: “Amor y paz”, y la secretaria de Gobernación asegura que no se detendrá a los indocumentados, los regularizará.
Si el chief of staff Mick Mulvaney avisa que el cierre fronterizo ocurrirá a menos de que ocurra “algo dramático”, la respuesta es: “amor y paz”. Muy bien, pero: ¿está preparado el gobierno mexicano para el eventual cierre de la frontera? ¿Cuántos migrantes se van a regularizar? ¿Se miden los efectos del amor y paz en el valor del peso frente al dólar?
La reunión entre Kushner y López Obrador revela el objetivo de ambos: tener una relación informal.

