Aderezo Roquefort

Hay un pequeño poblado en el sur de Francia, habitado por 600 almas y una cantidad mucho mayor de ovejas, que podría antojarse como improbable escenario de una guerra comercial.

Pocos, fuera de mi amigo gourmet de gourmets Aníbal Silva, saben que Roquefort-Sur-Soulzon existe.

El pueblo se ubica precariamente a un costado del Peñasco de Combalou, con una maravillosa vista de un verde valle donde el ganado lanar pasta plácidamente a la orilla de acantilados de piedra formados por choques sísmicos en tiempos prehistóricos.

Esos movimientos telúricos también forjaron una intrincada red de cuevas subterráneas perfectamente ventiladas, un valor agregado que dio origen a una auténtica maravilla gastronómica, el queso Roquefort. Pero la globalización llegó a Roquefort. Más que la globalización, llegaron los infinitos tentáculos de la burocracia de Washington.

En los últimos días del anterior gobierno, una infame burócrata de nombre Susan Schwab, representante comercial de la Casa Blanca, decretó un impuesto de 300% para la importación de queso Roquefort y otros productos europeos dizque de lujo.

Así, no conformes con endilgarles a los pobres primos (y a nosotros de pasadita) una crisis de proporciones históricas, los burócratas deciden que el pueblo ya no podrá disfrutar de la cremosa magia del Roquefort, con su distintivo olor a borrego mojado y sus azuláceas venas de hongos que recuerdan al huitlacoche. Hago la aclaración que ese queso debe degustarse con un cabernet robusto.

Según explicó en su momento doña Susan, las retaliatorias medidas se adoptaron en compensación porque le Unión Europea le impuso tarifas similares a la importación de carne vacuna que contiene hormonas. Será legal bajo las reglas de la OMC, pero civilizado no lo es.

Fueron docenas de productos europeos los que también sufrieron por la medida, incluyendo trufas francesas, avena irlandesa, jamón español, salmón escocés, agua mineral italiana, e hígados con grasa de patos y gansos , que es como la inconmensurable estupidez burocrática denomina alfoie gras (me rehúso a decirle paté).

Obviamente, el verdadero problema nace por la evidente naquez de George Bush hijo, dolido porque el entonces presidente francés Jacques Chirac no apoyó su invasión a Irak. Fue cuando el ranchero texano se sacó de la manga aquello de que no había que decirles papas a la francesa , sino papas a la libertad , promoviendo el desdén a todo lo que oliera a francés.

La leyenda local dice que el queso data de tiempos romanos, cuando el proceso se descubrió por accidente. En 1411, el rey Carlos VI otorgó al pueblo el monopolio hace elaborar el queso y en 1666, el parlamento de Toulouse otorgó la que se considera la primera designación controlada de origen, como la que hoy goza el tequila.

Venturosamente, hay esperanzas de que mejoren las cosas para los atribulados queseros de Roquefort, que producen 19,000 toneladas al año.

La esperanza se extiende a todos los demás productos y a la civilización como un todo. Obama se apresta a designar al nuevo U.S. Trade Representative, aclarando que el puesto abarca todo lo que es comercio internacional, mientras el Secretario de Comercio ve lo interno.

Uno de los candidatos es Ron Kirk, quien fue alcalde de Dallas de 1995 al 2001 y hoy se desempeña en un despacho de abogados en Houston, especializados en comercio exterior.

No es seguro que Kirk, quien es un arduo defensor del TLCAN, sea designado por Obama, porque durante años ha sido cabildero de muchas industrias e instituciones, desde el sector petrolero hasta el financiero, donde Merrill Lynch fue uno de sus clientes.

Pero sin duda, su designación sería una buena noticia para México. Otro candidato es el congresista californiano Xavier Becerra, quien ha representado al distrito de Los Ángeles durante 15 años en Washington.

Becerra es un fiero oponente del TLCAN y obtuvo cierta notoriedad el año pasado cuando declaró que el comercio exterior de Estados Unidos es un verdadero desastre .

rmena@eleconomista.com.mx