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Estamos en guerra comercial con China, inútil comprometerse
Stephen Bannon explora en este texto, los motivos por los que desconfía de un acuerdo con el país asiático.

Enfrentarse con China para regresar los empleos del sector manufacturero a Estados Unidos fue el eje de la campaña electoral del presidente Trump, que concluyó con su victoria en el 2016.
En la actualidad, el objetivo de los cuadros radicales del Partido Comunista Chino (PCCh), que son los que realmente dirigen ese país, es convertir a esa nación en la hegemonía global.
La amenaza que hizo el presidente Trump sobre la imposición de tarifas refleja la gravedad del caso.
Cuando Washington y Beijing concluyan este mes las intensas negociaciones sobre un acuerdo comercial, en realidad lo que surja no será un acuerdo comercial, será una tregua temporal de una guerra económica y estratégica con China.
Razones por las que resulta inútil comprometerse con el régimen chino:
1. Fin a las transferencias de tecnología forzadas
El PCCh se encuentra librando una guerra económica contra las democracias industriales desde que China se unió a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en el 2001, y ahora ese país se ha convertido en la mayor amenaza económica y de seguridad nacional que Estados Unidos jamás había enfrentando.
Como marco de las actuales negociaciones comerciales, China debe acordar poner fin a las transferencias de tecnología forzadas; robo de propiedad intelectual; ciberintrusiones en redes empresariales; manipulación de la moneda; altas barreras arancelarias y no arancelarias, y subsidios injustos a las empresas estatales.
Sin embargo, si el PCCh llegara a aceptar las demandas de Estados Unidos, ello equivaldría a un desmantelamiento legal y regulatorio del capitalismo estatal chino.
2. Choque de dos modelos
El acuerdo comercial que se está negociando durante estos días no es un acuerdo entre dos sistemas similares que buscan establecer lazos más estrechos, como sostienen sus porristas de Wall Street, en los medios de comunicación y en el mundo académico. Más bien, este es un choque fundamental entre dos modelos económicos radicalmente distintos.
El mejor resultado para Estados Unidos sería un documento detallado en el que China renuncie a sus prácticas predatorias, confiscatorias y mercantilistas, al tiempo que brinde amplios medios para monitorear y hacer cumplir el acuerdo.
El mejor resultado para el PCCh es conseguir que se le eliminen los aranceles al presentar documentos con promesas falsas e inaplicables, que le permitirán ganar tiempo durante la administración de Trump y esperar una alternativa demócrata menos antagónica.
3. Ganancias del robo
El capitalismo del Estado chino es altamente rentable para sus dueños, los miembros del PCCh. Las empresas estatales estancadas obtienen una ventaja competitiva a través de los subsidios masivos del gobierno y de los ahorros de costos que se obtienen al robar la propiedad intelectual, la tecnología y las innovaciones de los extranjeros. Si China dejara de robar, sus empresas serían rápidamente superadas por las alemanas, surcoreanas, japonesas y especialmente estadounidenses.
Este hecho explica con claridad lo que ocurre en la política interna de China. El presidente Xi Jinping se enfrenta a un palacio muy dividido entre reformadores liderados por el negociador comercial Liu He, frente a un enjambre de halcones que se han beneficiado y han ganado poder del statu quo.
En China se bromea sobre el destino de Liu. Podría ser llevado a un gulag chino o celebrado como el próximo Deng Xiaoping.
4. Granjeros enojados
Los asesores de Trump, dentro y fuera de la Casa Blanca, están jugando con el orgullo del presidente. Podrían estar encerrándolo en la obtención de un acuerdo débil por el temor a perder el apoyo del farm belt (cinturón de la granja, es decir, los estados agrícolas donde se asientan miles de agricultores que siembran granos).
Este último punto se construye con una narrativa totalmente falsa, es decir, le intentan convencer que cualquier falla en el acuerdo conducirá a un colapso del mercado o a una implosión económica.
De hecho, no hay mejor argumento para que Trump mantenga sus tarifas en China que el último informe de que la economía de Estados Unidos creció a una tasa anualizada de 3.2% durante el primer trimestre.
Las críticas hacia el presidente por un mal acuerdo vendrían de parte de E. Schumer y Bernie Sanders, del Partido Demócrata. Del lado republicano, Marco Rubio y Ted Cruz estarían listos para soltar sus dardos.
Por estas razones, la mejor opción política del presidente no es rendirse, sino más bien duplicar los aranceles. Han sido muy eficaces para presionar a los chinos sin dañar la economía estadounidense.
5. Cuidado con un posible engaño
El peligro es que el presidente firme lo que parece ser un trato razonable y descubra, varios años después, que Estados Unidos estaba siendo engañado.
De ahí la necesidad de que se implemente un monitoreo efectivo, algo que parece prácticamente imposible no sólo para Estados Unidos, sino para los socios cercanos de China.
Estados Unidos no monitoreó adecuadamente las acciones de China desde su entrada a la OMC en el 2001. En lugar de acceder a 1 billón de consumidores chinos, Estados Unidos perdió más de 5 millones de empleos en el sector manufacturero desde el 2000.
6. Un país totalitario, espía y militarizado
En la actualidad, el mundo es testigo de un Estado totalitario y militarizado que aprisiona a millones de personas en campos de trabajo. Se trata de un país que persigue a los uigures, cristianos y budistas. No sólo eso, China espía y esclaviza a su propia población.
China está haciendo historia en tiempo real con estas características de nación. Por su parte, el mundo es una casa dividida, mitad esclavo, mitad libre.
Trump y Xi se enfrentan para inclinar la balanza del mundo en una dirección u otra. Una de las partes representa a la estrategia que genera beneficios de la libertad, la democracia y el capitalismo de libre mercado. El otro conduce a un poder totalitario y mercantilista que corre sobre los rieles de un capitalismo de Estado con características chinas.
La lucha de Estados Unidos no es con los chinos, sino con el PCCh. El pueblo chino es la primera víctima de este régimen bárbaro.
Los problemas centrales que en Estados Unidos deberían de tomarse en cuenta son las intenciones de China en el escenario mundial, y lo que esas ambiciones significan para la prosperidad de Estados Unidos.
Con nuestro país en una encrucijada, es más importante que nunca que Trump siga sus instintos y no suavice su postura frente a la mayor amenaza existencial jamás enfrentada por Estados Unidos.
Veremos lo que va a suceder.