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Arte e Ideas

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La desalinización del agua, una alternativa que busca ser sostenible

Este año el Día Mundial del Medio Ambiente está dedicado a hacer conciencia sobre la contaminación por plásticos. Cada año se producen más de 430 millones de toneladas de plástico, y una gran parte termina como residuo tras un solo uso. El problema no es solo la cantidad, sino cómo lo consumimos y, sobre todo, cómo lo descartamos, uno de los principales focos rojos está en los océanos.

La planta desalinizadora Sorek, en Tel Aviv, abastece de agua potable al 80% de los hogares israelitas.

La planta desalinizadora Sorek, en Tel Aviv, abastece de agua potable al 80% de los hogares israelitas.

Nelly Toche

El Día Mundial del Medio Ambiente fue creado para reflexionar sobre cómo construir un futuro sostenible para todos. Impulsado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), y celebrado anualmente desde 1973, se ha convertido en la mayor plataforma global de divulgación ambiental para presentar además de los problemas, soluciones reales a nivel mundial.

Este 2025 se hace un llamado específicamente para hablar sobre la contaminación por plásticos, "Sin Contaminación Plástica" es tema escogido por Naciones Unidas. Cada año se producen más de 430 millones de toneladas de plástico, y una gran parte termina como residuo tras un solo uso. El problema no es solo la cantidad, sino cómo lo consumimos y, sobre todo, cómo lo descartamos, uno de los principales focos está en los océanos. Entre el 60 y el 80 por ciento de los residuos marinos son plástico, en su mayoría son fragmentos menores a los cinco milímetros, microplásticos que generan un problema de contaminación persistente.

Esta fecha -5 de junio- nos invita a abordar el problema no solo desde la prohibición o la alarma, sino desde la educación, el análisis crítico y la búsqueda de alternativas sostenibles, para ello han sido clave muchos avances científicos, e innovación tecnológica.

La desalinización de agua

Un ejemplo está en Israel donde en los últimos 20 años ha ocurrido un hecho paradigmático. A inicios del siglo en este país se hablaba de carencia de agua, aunque contaban con acuíferos, la poca agua que antes se podía beber, dejó de ser potable, esto por un tema de calentamiento global donde cada vez hay menos lluvias y más calor, por lo que el agua subterránea absorbe más minerales dejando de ser funcional.

La gestión del agua entonces se volvió indispensable por lo que en el 2000 el gobierno de Israel tomó la decisión de construir cinco mega plantas de desalinización, un recurso que estaba a la mano y que además permitía menores costos, no hay otro país en el mundo que haya tomado una decisión así en un periodo tan breve.

Hay que explicar que la desalinización elimina la sal del agua de mar, pero también puede eliminar microplásticos, aunque la eficiencia varía, esta respuesta entonces atacaba diversos problemas medioambientales, por un lado el abastecimiento de agua potable, y por otro lado mantener los mares libres de microplásticos.

La planta desalinizadora Sorek, en Tel Aviv, abastece de agua potable al 80% de los hogares israelitas.

La planta desalinizadora Sorek, en Tel Aviv, abastece de agua potable al 80% de los hogares israelitas.

La ósmosis inversa

Mark Damatov, director financiero de la planta Sorek Operation And Maintenance Company, en Tel Aviv, Israel, platica que hasta hace ocho años, Sorek era la mayor planta desalinizadora del mundo. Esta planta logra convertir el agua del mar Mediterráneo en potable y se utiliza para abastecer 80 por ciento de los hogares israelitas (el consumo doméstico), el restante 20 por ciento se obtiene a través de otras fuentes como la lluvia o el río Jordán.

El proceso de la planta desalinizadora consiste en recolectar el líquido del mar y más tarde purificarlo a través de diversos filtros. Se deja reposar para permitir la separación de los elementos ajenos y más tarde se realiza un proceso de ósmosis inversa, es decir, la separación a presión al llevar el elemento de un punto a otro a través de una membrana semipermeable, separando la sal y otras impurezas del agua. La ósmosis inversa es el método más utilizado para desalinizar agua, ya que consume menos energía que otros métodos y es altamente efectivo.

En un proceso de una hora, miles de litros tomados del Mediterráneo son transformados en fluido potable y enviados a Mekorot, que es la compañía nacional de agua de la nación.

El proceso de Ósmosis inversa es hasta ahora la forma más rentable de utilizar el agua de mar y a la vez proteger sus mares de contaminación, pues se trata de un método eficaz para eliminar microplásticos del agua potable. Además genera hasta 4.5 veces menos emisiones de efecto invernadero que el resto de tecnologías, no produce impacto ambiental en el ecosistema marino y es capaz de recuperar gran parte de la energía que utiliza en el proceso, justo ejemplos como este son los que se quieren promover en un día dedicado al medio ambiente, sin olvidar que aún presenta retos importantes como la descarga de salmuera tóxica de estas plantas.

Si no se diluye y se dispersa adecuadamente, puede formar una columna densa de salmuera tóxica que, de no tratarse, es susceptible de degradar los ecosistemas costeros y marinos. El aumento de la salinidad y la temperatura puede provocar una disminución en el contenido de oxígeno disuelto y contribuir a la formación de “zonas muertas”, donde muy pocos animales marinos podrían vivir.

Hoy se requiere innovación en la gestión y eliminación de la salmuera, pero la investigación sugiere que también existen oportunidades económicas asociadas a este residuo, como la sal comercial, la recuperación de metales y su uso en los sistemas de procesamiento de pescado. En la última década se ha visto un mayor interés académico en recuperar recursos de la salmuera y en obtener respuestas a este problema.

Finalmente hoy este país cuentan con tanta agua potable para abastecer a sus ciudadanos y proteger sus mares, apoyada por una cultura a favor de la innovación y del cuidado del líquido desde la infancia que ha logrado tener un desperdicio menor a 10% de agua y también pueden suministrar a países en la región, ahora mismo lo hacen con Jordania.

Nelly Toche

Periodista de ciencia en la sección Arte, Ideas y Gente de El Economista. Cuenta con maestría en periodismo sobre Políticas Públicas por el CIDE y es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UVM.

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