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Viva Cristo Rey
La semana pasada hablábamos de Plutarco Elías Calles, personaje fascinante de nuestra historia, para algunos abyecto, para otros, fundador de la modernidad mexicana.

La semana pasada hablábamos de Plutarco Elías Calles, personaje fascinante de nuestra historia, para algunos abyecto, para otros, fundador de la modernidad mexicana. Creo que junto con el Maximato —ese juego de máscaras en el que Calles imponía peones de ajedrez en la presidencia para él mismo seguir gobernando— el momento más interesante de la era Calles fue la guerra cristera o la Cristiada, como también se le conoce.
Calles se buscó esa guerra. Al presidente no le gustaba la Iglesia católica (él mismo no era creyente), la consideraba una influencia perniciosa sobre el Estado y desde luego no quería compartir el poder.
Calles atestigüó la muerte de Obregón a manos de León Toral, activista católico. Ese episodio le dejó una marca indeleble: la Iglesia es peligrosa.
Calles prohibió el culto público, expropió conventos e iglesias, persiguió monjas y sacerdotes. La guerra estalló, con especial virulencia en el Bajío, siempre tan cristiano.
Algunos han comparado a Calles con Benito Juárez. Es un error. Si bien Juárez tampoco estaba por el poderío eclesiástico, lo cierto es que a Juárez le importaba la libertad de cultos como leitmotiv democrático. Juárez, por cierto, era católico de misa todos los domingos.
Para saber más del papel de Calles en la guerra cristera no hay mejor libro que La Cristiada, del historiador Jean Meyer. Meyer hace una revisión exhaustiva de los movimientos políticos, muchos bajo el agua, que hicieron estallar el conflicto. Échenselo y platicamos.