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Hay un gran pudor en la tradición literaria mexicana: Gonzalo Celorio

“Yo me visto con mi desnudez”, dice el recién anunciado ganador del Premio Xavier Villaurrutia por su libro híbrido “Mentideros de la memoria”, y opina que al español de México permeó una mayoría de palabras propias de una actitud de grandes eufemismos y tratos reverenciales.

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Gonzalo Celorio, narrador, ensayista y crítico literario. Foto EE: Cortesía

Durante la presentación de su libro "Mentideros de la memoria" (Tusquets, 2022), en el Instituto Cervantes en junio pasado, a Gonzalo Celorio (Ciudad de México, 1948) se le reconoció la “valentía” para publicar un libro como ése, un híbrido, como explica él mismo, que articula la autobiografía, el testimonio, la crítica literaria, el ensayo, para aproximarse de manera más íntima, a veces absurda, otras apoteósica, a figuras literarias de nuestra lengua del talante de Jaime Sabines, Carlos Fuentes, Juan José Arreola, Julio Cortázar, Augusto Monterroso, Gabriel García Márquez o Umberto Eco, con quienes en algún momento de su vida pudo vincularse.

Aunque no haya sido su propósito, revira, el libro desmitifica, o más bien humaniza a la generación literaria anterior a la suya, a muchos de sus maestros.

“Ahora, no sé si llamarle valentía o llamarle cinismo. Porque hay que desnudarse para hacer estos textos. Y la primera desnudez es muy difícil, pero después uno se acostumbra a ir encuerado por la calle (…) y es paradójico, pero ahora yo me visto con mi desnudez”.

El jueves pasado, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) y la Sociedad Alfonsina Internacional anunciaron que el fallo del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2022 le había favorecido por la desnudez vertida en "Mentideros de la memoria".

En entrevista con este diario, después del anuncio, se le pide al laureado que amplíe la idea de “vestirse con la desnudez” en la construcción literaria.

“Yo creo que, en la tradición literaria mexicana, como lo señala el propio Villaurrutia, hay un gran pudor. Eso ha hecho que no haya un legado de carácter autobiográfico importante. Pero no es nada más el caso mexicano sino de toda la lengua española”.

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En los últimos 30 años, amplía, esa especie de autocensura o de pudor “excesivo” se han canalizado como el género literario llamado autoficción. “Estamos viendo que más desnudeces empiezan a presentarse en público, pero se muestran ataviadas con la ficción. Por consiguiente, persiste esta especie de vestimenta que nos sigue protegiendo (ante el lector) de la intimidad”.

—Doctor, ¿hay una especie de complejo detrás de ese pudor?

—“En primer lugar, en nuestra cultura mexicana hay un sustrato prehispánico importante, y ése tiene mucho que ver con el pudor verbal”, postula el también director de la Academia Mexicana de la Lengua. “La gran mayoría de las palabras nahuas que pasaron al español son sustantivos concretos y pasaron muchos menos verbos, y esos, generalmente, son de gran intimidad, no son verbos heroicos, como el verbo apapachar. Pasaron adjetivos como chipil. Es bastante sintomático que hayan pasado las palabras de tono menor”.

Las palabras nahuas que permearon al español mexicano, añade, se ajustan a “una actitud de grandes eufemismos, de tratos muy reverenciales, de tratos diminutivos”, dice, “que se vio fortalecida en la época virreinal no nada más con el aprendizaje sino con la propia conducta de los criollos que finalmente eran subordinados a los peninsulares (…) todo eso, finalmente, dio como resultado una nacionalidad mestiza donde todavía esas formas de pudor siguen vigentes. Creo que eso mucho tiene que ver con la expresión literaria mexicana, que Villaurrutia detectó precisamente de nuestra poesía. Somos muy sinuosos en nuestra expresión, sobre todo en la poética”.

Desde “el sinfinamiento”

Dícese de mentidero sobre un “lugar donde se reúne la gente a conversar” o de un “grupo humano o ambiente en el que se comentan noticias de algunas parcelas de la actualidad”.

Celorio amplía que se trata de “un lugar que, más que a la discusión sesuda, se presta a la especulación, al humor, a la sospecha. Y un poco esto es lo que rige el libro”.

El libro se originó en la pandemia, precisamente por las reuniones informales con amigos a través de Zoom de las que Celorio hizo un hábito, una vez por semana, y en las que Celorio pudo compartir algunos textos anecdóticos de su relación, ya fuera como alumno, amigo o apasionado lector de varios de los grandes de nuestras letras. Ese grupo fue bautizado como “En sinfinamiento”.

Finalmente, Celorio confía que ahora que ha tenido problemas con la voz, está escribiendo más que antes y estima que el año próximo publique un nuevo libro “en donde ese yo estará más decididamente plantado en el centro del libro”. El título, anticipa: “Ese montón de espejos rotos”, como el verso final del poema “Cambridge”, de Jorge Luis Borges, como una definición de la memoria, por ser ambas fragmentadas.

Asiente con una sonrisa, dice que es lo que espera cuando se le pregunta si ese Gonzalo Celorio será el menos colonizado que pueda leer el público.

La fecha y lugar para la entrega del Premio Xavier Villaurrutia será dada a conocer en breve.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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