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Capital Mental: Sobrevivir en la UNAM… o morir en el intento

La UNAM es un espacio y un ambiente privilegiado donde los universitarios buscan encontrar y desarrollar relaciones personales que eventualmente les permitirán enriquecer a toda la sociedad en una escala aún mayor.

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Los felicito a todos, ya son parte de la universidad, ahora lo único que necesitan hacer para obtener el título de médico-cirujano es no morirse en los próximos seis años. Con estas sensatas palabras recibía el Dr. José Laguna –hace 40 años- a sus alumnos de Bioquímica en la Facultad de Medicina de la UNAM, mientras que con gesto inexpresivo atusaba su espeso y canoso bigote.

Sólo unos cuantos, de los cerca de 2,500 nuevos aspirantes a la más noble de las profesiones , escucharon semejante mensaje de bienvenida. Eran palabras simples, claras y directas. No hablaban de la necesidad de estudiar hasta el colapso, ni de machetear los libros como si fueran jaculatorias, ni siquiera de asistir a clases en un razonable estado de conciencia. Únicamente había que sobrevivir para llegar a ser médicos o, ya en el extremo, psiquiatras.

La mayoría se sintió feliz, otros muy decepcionados. ¿Quién sabe a cuántos perturbó el trasfondo ominoso de ese mensaje socarrón?

En esos días una Comisión mixta de alumnos, maestros y estudiantes de posgrado , elegida al vapor y evidentemente manipulada, desafiaba a las autoridades académicas forzando las puertas de la dirección.

Poco tiempo después, al día siguiente de la masacre del 10 de junio de 1971, perpetrada por el grupo paramilitar de los halcones del gobierno de Luis Echeverría, fueron llevados al auditorio de la Facultad de Medicina varios cadáveres cubiertos con mantas rojas iluminados con veladoras. Fueron días de terror y profunda indignación en la universidad. Corrían rumores de que los asesinos estaban por llegar para continuar la matanza.

Los que sobrevivimos, necesariamente tuvimos que evolucionar y aprendimos que en la UNAM, como en todas las grandes universidades y conglomerados humanos complejos, las personas a menudo se comportan de manera simbólica procurando expresar el espíritu que las representa. Entendimos que la UNAM era -y sigue siendo- mucho más que una inmensa escuela donde estudiantes, maestros y trabajadores se reúnen para promover y cultivar la sociedad y la economía del conocimiento. La UNAM es también un espacio y un ambiente privilegiado donde los universitarios buscan encontrar y desarrollar relaciones personales que eventualmente les permitirán enriquecer a toda la sociedad en una escala aún mayor.

Hace unos días el rector José Narro Robles expresó ante el Congreso ese espíritu universitario así: Hoy que el mundo flaquea en su sistema de valores laicos, hoy que el dinero y los bienes materiales se han convertido en el emblema del éxito, debemos regresar a los principios básicos. ¡Que no se nos olvide!: lo que importa no es lo que la gente tiene en las bolsas de valores. Lo trascendente y apreciable son los valores que los ciudadanos portan… El desafío no es sólo crecer en la economía, sino también y en especial, mejorar la dignidad de los que nada tienen, edificar un verdadero desarrollo humano para todos. Para ello debemos actuar con mayor justicia, al igual que pensar en grande y en el largo plazo .

¡Que viva la Universidad Nacional Autónoma de México!

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