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Aquí seguimos
Si usted pensó que estaba en otro lugar, con un desfase de tiempo incomprensible, donde las celebraciones navideñas, las compras y el culto a monigotes rojos y barbudos era justo a finales de septiembre, no fue su culpa.
Ya no hay remedio. Nos quedamos. En el mismo lugar y con la misma gente. Apenas, si acaso, asomados a una ventana que empaña todo, que sigue siendo una caja idiota y además de idiota es mala. Porque a veces nos muestra la puerta de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, con su enorme número 25 a la entrada, un comentarista que pocas veces sabe comentar, seguramente nunca ha leído un libro completo, tampoco se ha aprendido bien el glosario cultural mexicano -para por lo menos salir bien librado ante el ilustre público que decidió prender la tele o escuchar la radio- y sin embargo está ahí. En la puerta del libresco paraíso.
Como nosotros no, porque nos quedamos, comentarios como el anterior funcionan como bálsamo para el ataque de envidia, remedio para la autocompasión y se convierten en una actitud sabia y honesta: todo mundo tiene lo que se merece, la verdad sólo se atestigua de primera mano, nadie debería comentar un libro sin haberlo leído antes y todavía nos queda una semana de furia y desencanto por no haber ido a la FIL. Ni modo. Habremos de ocuparnos de otro asunto.
Hoy empieza diciembre. Si usted pensó que estaba en otro lugar, con un desfase de tiempo incomprensible, donde las celebraciones navideñas, las compras y el culto a monigotes rojos y barbudos era justo a finales de septiembre, no fue su culpa. Los moños, las cajas de regalos y el olor a pino se aparecieron casi al mismo tiempo que la celebración del Grito. Todo era cascabeles y grandes oportunidades para la prenavidad.
Apenas hace pocos días la economía nacional, con gran necesidad de reactivarse, inauguró una fecha de tres días con pretendidos descuentos monstruo para gastar la mitad del aguinaldo o recordarlo siempre y estirarlo, con suerte, hasta 48 meses (sin intereses). Muy parecida al Viernes Negro post Día de Gracias de nuestros vecinos del norte, pero sin pavo, una semana antes y con más horas para pensar que vivíamos, de repente, un buen fin. De semana. De mes. De no tener nada por lo cual dar las gracias.
Pero eso ya se acabó. Hoy empezó diciembre.
El número uno de este mes es el mejor momento para empezar con una nueva, saludable y feliz actitud desde el principio. Advertir la vida mientras se vive, alcanzar a vislumbrar su implacable grandeza, disfrutar del tiempo y de las personas que lo habitan, celebrar la vida y el sueño de vivir, como escribió alguna vez Doménico Estrada.
Encaminados hacia un invierno que no nos enfría ni nos asusta podemos disfrutar de muchas cálidas cosas: desde empezar a buscar un arbolito y hartas cosas para ponerle encima hasta conseguir velas de colores -morado, rojo, rosa y blanco, por ejemplo, para prenderlas del más obscuro al más claro para que el día 24 se queden prendidas todas, ir a elegir un regalo para uno mismo, no irse a enfriar a ninguna posada, preparar ese ponche que sí nos vamos a tomar y leer clásicos decembrinos que hoy ya son insólitos: Navidad en las montañas, de Ignacio Manuel Altamirano; El grillo del hogar -que no el cuento de Scrooge- de Charles Dickens, y El pudding de Navidad, de Agatha Christie -para recordar al detective Hercules Poirot y averiguar si, a pesar de estos tiempos llenos de noches de paz, todavía tenemos la capacidad para deducir quién es el asesino y qué diablos había en el pudding.
También, si de libros se trata, nada sería mejor que ir a nuestra mesa favorita de novedades a comprar todo lo que se nos antoje -aunque todavía no se haya presentado en la FIL- y salir de ahí con un paquete que incluya desde Los calcetines solitarios, La historia del bullying ilustrada por Trino, la última
novela de Ruiz Zafón y la obra completa de Flaubert, hasta todos los libros que no conocemos de Fernando Vallejo, aparte de La virgen de los sicarios.
Podemos repasar las tradiciones, esperar con paciencia la aparición de El último árbol, libro que dicen estará magnífico, se publicará en Argentina, Colombia y México y reunirá a más de docena de escritores como Federico Andahazi, Andrés Neuman, Élmer Mendoza y Pedro Ángel Palou, con el propósito de presentar sus propios cuentos de Navidad dicen que las historias llevan títulos como Algunas condiciones indispensables para que nazca un dios , de Álvaro Enrigue; Las cosas están saliendo mal , de Juan Pablo Villalobos, o Mamá eligió para suicidarse el 24 de diciembre por la mañana , de Ovejero. Pero todo fuera como eso. Los libros, en este punto, porque aquí seguimos, han dejado de ser tema para este mes de diciembre. Porque siguen siendo como siempre: amigos que nunca decepcionan y sin los que es imposible vivir.