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Política

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El Derecho y los abogados son para solucionar problemas: Juan Jesús Garza Onofre

Para el académico del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, el cumplimiento de la responsabilidad social de los abogados depende, en gran medida, de si desempeñan su rol en complicidad con el sistema o para generar condiciones de igualdad.

Los abogados tienen la función social de coadyuvar a generar una sociedad más justa e igualitaria; el Derecho se hizo para resolver problemas, no para crearlos, plantea Juan Jesús Garza Onofre.

El autor del libro “No estudies derecho. Una revisión a la función social de los abogados”, editado por Taurus, Penguin Random House, señala en entrevista que el cumplimiento de la responsabilidad social de los abogados depende en gran medida de si desempeñan su rol en complicidad con el sistema o como agentes que intentan generar condiciones para desplegar un contexto menos desigual.

En el libro, el académico del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, revisa de manera crítica los principales vicios y obstáculos de la labor de los abogados y ofrece salidas a esas situaciones que permitan ser agentes constructores de una sociedad más justa.

—¿Cuál es el objetivo de este libro?

—La idea fue generar una reflexión sobre la profesión jurídica, porque parece que siempre estamos hablando de leyes, de la Suprema Corte, del INE, de nuestras instituciones, pero difícilmente hablamos de los operadores que las ponen en acción, que son los abogados, que son quienes ponen las demandas, y quienes generan cultura jurídica en nuestro país.

También saber quiénes son nuestros abogados. La sorpresa que me llevé es que no tenemos ni idea. Hay muchísimos abogados, muchísimas escuelas de Derecho y no se sabe qué pasa al interior de estas.

En la primera parte del libro, hago una crítica a la formación propiamente del gremio, a ciertos cánones estéticos, de lenguaje y problemas estructurales y en la segunda es una invitación más de carácter propositivo.

Obviamente no pienso que el mundo va a ser mejor sin abogados. Lo que creo es que el Derecho realmente puede servir para generar mejores condiciones de igualdad a todas las personas.

—¿Qué tan dispuestos somos los mexicanos para cumplir las reglas o qué tanto buscamos atajos para no cumplirlas?

—Parecería que hay una predisposición natural por no cumplir las reglas. Entender las reglas como optativas: al que le funcionen bien y al que no, no.

Hay que entender que, mientras la cultura jurídica no irradie, más allá del gremio, porque pareciera que los abogados estamos muy satisfechos con la forma en que nos comunicamos, hablamos y nos comportamos, entre nosotros pero, al final del día, no va a servir de mucho si este diálogo que tenemos con las leyes no las aterrizamos en toda la ciudadanía. Esta es la reflexión: cómo hacemos llegar el Derecho a una persona de a pie, una persona que tenemos que explicarle, hacer mucha pedagogía porque entre más seamos conscientes que la ley es para evitar arbitrariedades y generar igualdad, habría más alicientes para cumplirla.

El problema es que pareciera que a muchas personas, incluidas abogados, no les interesa cumplir las leyes, sino guiarse por el influyentismo, por la ley del más fuerte, corrupción y esa es la crítica que hago en el libro.

—¿Cuál es la función social de los abogados?

—Tienen que generar una sociedad más justa, una sociedad más igualitaria, porque parecería que en México los casos no los ganan los mejores abogados, sino quienes tienen el dinero para pagar a los mejores abogados.

Entonces se va creando una desigualdad en el acceso a la justicia.

La función social no significa defender a ultranza cualquier caso y a cualquier personaje, sino hacer una reflexión para generar un bien común.

—¿Puede haber impartición de justicia sin abogados?

—No, claro que no. La impartición de justicia empieza cuando los abogados accionan el propio sistema.

Si los abogados tienen buenas demandas, al final del día va a haber buenas sentencias.

El título del libro no estudies derecho no se refiere a abandonar la profesión sino a no estudiar derecho el Derecho. Mientras los abogados utilicen el copia y pega, los machotes y si nada más cambian los nombres en las demandas y utilizan tácticas de corte estratégico para dilatar los casos, para confundir a los jueces, entonces no vamos a tener una buena justicia.

—¿Cómo se encuentra el ecosistema en el que se desempeñan los abobados para cumplir con su función social?

—Terrible. Es un ecosistema que está muy viciado, que acarrea vicios muy viejos, que habla de prácticas de corrupción, de mala formación, que nadie sabe cuál es la calidad ética de los abogados, problemas estructurales como machismo, desigualdad.

En México, desde 1994, cada semana se funda una escuela de derecho. Están saliendo al mercado laboral muchísimos abogados, pero no sabemos si están preparados o no.

No sabemos si saben o no, si conocen los alcances de su profesión, los límites éticos y en ese sentido, la vocación del libro es entender que hay una gran responsabilidad en las escuelas de Derecho.

Entre mejor preparado tengamos a los abogados, conscientes de la ética y su responsabilidad, más posibilidad habrá de que funcione la justicia en este país.

—Con frecuencia se dice que los juicios los gana quien cuenta la mejor historia. Pero cuando un abogado cuenta una historia ¿qué tanto cuenta el lenguaje rebuscado que con frecuencia utilizan?

—Muchas veces el lenguaje técnico se monopoliza o se utiliza como barrera para no decir nada intentando decir algo.

Es necesario que el lenguaje del Derecho se clarifique para que pueda llegar a convencer a la mayoría de la ciudadanía que no tiene una relación con cualquier operador jurídico.

—¿En algún momento puede convertirse en un obstáculo para alcanzar la justicia?

—Sí, totalmente. Muchas ves el lenguaje jurídico puede ser uno de los principales obstáculos para confundir, para que los abogados engañen, para que cobren más de lo que les corresponde.

—¿Cuál es el método de los abogados?

—Esa es una de las cuestiones principales del libro, el que pareciera que el método que se enseña en la mayoría de las escuelas de Derecho es un método de corte formalista, donde importa más la forma que el fondo, donde  no se enseña a argumentar, no se enseña a ser  breve, a ser más empático con las problemáticas sociales.

—Para mejorar la fama pública de los abogados hay una tarea que debe hacer la sociedad en general. ¿Y qué opina de que el presidente Andrés Manuel López Obrador constantemente dice que los jueces son corruptos?

—Pareciera que sería injusto pedirle a la ciudadanía que se interese por las cuestiones jurídicas, pues, precisamente para eso está el gremio, para traducir, para ayudarles, para servir como puentes.

Cuando la ciudadanía no toma en serio la profesión porque sabe que es una profesión arbitraria, corrupta y demás… bueno aquí es un problema de doble vía. Apelo a que las personas que no están relacionadas con el Derecho tengan por lo menos el interés de saber si lo que dice el presidente de la república o cualquier otro personaje político es verdad o no.

Invitaría a que las personas entiendan que el Derecho no es arbitrario, hay mucha mala fama y eso va a depender en gran medida del gremio que son gritones, contestones parlanchines, pero aquí la clave es entender que el derecho puede y debe servir para generar una sociedad más humana.

diego.badillo@eleconomista.mx

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Periodista mexicano, originario de Amealco, Hidalgo. Editor del suplemento Los Políticos de El Economista. Estudié Sociología Política en la Universidad Autónoma Metropolitana. En tres ocasiones he ganado el Premio Nacional de Periodismo La Pluma de Plata que entrega el gobierno federal. También fui reconocido con el Premio Canadá a Voces que otorga la Comisión Canadiense de Turismo, así como otros que otorgan los gobiernos de Estados Unidos y Perú.

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