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Serendipia Digital
José F. Otero | TIC y Desarrollo
Uno de los atributos del mundo digital es la facilidad con la que ideas erróneas se pueden diseminar, atribuyendo autores apócrifos, usualmente de gran renombre, a obras de escritores menos conocidos. Eso sucedió con el poema Instantes, ese que distaba mucho del estilo de Borges pero que, sin embargo, le era atribuido, aunque su origen data de 1978, de la pluma estadounidense de Nadie Stair. El poema, en dos versos, da a sus lectores una gran lección vestida de epifanía:
“Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora.”
Esos mismos momentos son los que, en la película Serendipia, del actor John Cusack y la actriz Kate Beckinsale, personifican a un par de personas que por casualidad se conocen en una tienda al alcanzar, al mismo tiempo, un par de calcetines. Al final se despiden, dejando al azar la oportunidad de reencontrarse al esconder los datos para este fin en una copia de El amor en los tiempos del cólera. Como en toda comedia romántica, el final tiene que ser feliz, por lo que la naturaleza y la vida conspiran para que esta pareja vuelva a reunirse de forma inesperada, pero dejando en los espectadores un poco de fe en la humanidad.
La creación del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) representó un momento de serendipia para el sector de telecomunicaciones de México. Según los expertos, este nuevo ente regulador llegó para ofrecer un marco regulatorio independiente, transparente y técnico, lo que brindaba mayor certeza jurídica a inversionistas extranjeros. El resultado, nuevamente según los expertos, fue la entrada al sector de AT&T para ofrecer servicio móvil.
No era la primera vez que AT&T operaba en México; inicialmente había entrado con el operador de larga distancia, Alestra, y más tarde como accionista minoritario en América Móvil. No obstante, entrar como operador móvil de red independiente era algo inédito para este operador. Claro que las justificaciones de esta movida esbozaban ideas sobre un mundo nuevo en el cual las medidas implementadas por el IFT, como la portabilidad numérica y la eliminación de tarifas de interconexión, también favorecerían a la competencia, nivelando el terreno frente a actores preponderantes como América Móvil y Televisa.
Pero, como dicen algunos versos, “el tiempo pasa”… y “cambia, todo cambia.” La aventura que buscaba convertir a Tenochtitlán en Atlantis fue malograda por presagios que auguraban su naufragio. Allá, por finales de la década pasada, dos eventos comenzaban a marcar un camino más peligroso que los narrados por los hermanos Grimm. Por un lado, Telefónica parecía claudicar ante la negativa del gobierno mexicano de colocar un precio justo a los bloques de espectro radioeléctrico asignados para servicio móvil. Simplemente, el operador español, como parte de su estrategia de enfocarse en Europa y deshacerse de sus operaciones hispanoamericanas, anunció que estaría regresando sus concesiones de espectro al Estado y pasaría a ser un operador móvil virtual. El operador de red con menor ARPU del mercado, a gritos mudos, aceptaba su derrota.
Luego, el segundo aviso llegaba de manos del fondo de inversión Elliot Management que, en un famoso memo, indicaba qué era lo que tenía que hacer AT&T para dejar a sus inversionistas contentos. Entre todas las ventas que pedían, se incluía la de su operación en México. El mundo nuevo se estaba enrareciendo y es como si, repentinamente, de fondo se escuchase a José Alfredo cantando:
Y si quieren saber de tu pasado
Es preciso decir una mentira
Di que vienes de allá, de un mundo raro
Que no sabes llorar, que no entiendes de amor
Y que nunca has amado
El problema es que la falta de amor se confunde un poco con la desaparición del IFT y la entrada en vigor de la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones (ATDT), pues, en sus primeras semanas de vida, observa cómo se le derrumba el sector de servicios móviles del país. Dos actores han anunciado la intención de vender sus activos en el mercado, que, dependiendo de quién cuente los números y de cómo se haga, superan los 40 millones de usuarios.
Obviamente, más de un experto culpará la hegemonía decisional del Ejecutivo Federal en la ATDT y otras falencias de este nuevo actor como el culpable de la salida, o al menos de la búsqueda de un escape, por parte de Telefónica y AT&T. Sin embargo, esta explicación parece demasiado sencilla y reduccionista, pues achaca todos los males del sector a la ATDT, cuando algunos de ellos cuentan con más de 30 años de vigencia.
El anuncio de salida de AT&T de México se viene esperando hace años, sobre todo cuando, alegadamente, ejecutivos estadounidenses de esta empresa expresan libremente lo poco que les importa México y el resto de América Latina como lugares para expandir su negocio. La venta de Telefónica también se espera desde hace mucho más tiempo; lograrla sería poner fin a un sufrimiento que no parece tener cura.
La pregunta en el aire es quién compra a estas dos operadoras. También hay mucha expectativa, preocupación y hasta miedo a que el gobierno decida tener otra empresa estatal de telecomunicaciones que se una a Altán y a la CFE Telecom Internet para Todos.
Quizás todo sea una premonición y alcanzar demasiadas casualidades en pocos instantes sea preámbulo del último verso del poema apócrifo atribuido a Borges:
“Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.”