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Opinión

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No reyes… contra la represión y el miedo

Marisol Ochoa | Columna invitada

Hace unos días, la ciudad de los Ángeles, California se convirtió en el epicentro de redadas organizadas por los miembros del ICE, para detener migrantes ilegales que, a decir de Trump, ponen en riesgo la vida de los americanos. Así, bajo la retórica de la amenaza y el miedo, la incursión de la fuerza con el despliegue de 2000 miembros de la Guardia Nacional y 700 marines, más toque de queda -que no tendría por qué intervenir en estos propósitos- entró en acción para “imponer” orden y paz entre la población que se manifestaba en contra de estas medidas, mientras las detenciones migratorias continuaban. A siete días, las inconformidades en otras ciudades de Estados Unidos, que se han sumado a las protestas de Los Ángeles, organizando movilizaciones y marchas, en contra del ICE, de Trump y de la presencia de la Guardia Nacional -de acuerdo a información de No kings, se han contabilizado aproximadamente 1900 protestas en distintas ciudades de Estados Unidos al día de hoy-.

¿Cómo poder dar perspectiva a un escenario tan terrible y crítico como este? ¿Cómo explicarle a nuestros niños y jóvenes que las crisis de política se resuelven con autoritarismo, arbitrariedad y represión? Lo que ocurre en Estados Unidos es complejo, donde las medidas de persecución y de represión no solo migratoria sino a la libertad de expresión, cumplen al pie de la letra las promesas de campaña electoral del mandatario -deportar la cuota de 3000 mil migrantes indocumentados diarios-, para recuperar la paz y el orden en Estados Unidos-. Lo que importa es deportar migrantes ilegales y cumplir con el objetivo trazado, a costa de mantener una legitimidad política, que nada tiene que ver con temas de seguridad pública ni seguridad nacional.

Esto, sin visión de corto y mediano plazo, donde sectores económicos como el restaurantero, agrícola, y hotelero, para empezar, están sufriendo pérdidas económicas y laborales importantes. No, las promesas valen más que las prioridades de la estructura social en Estados Unidos. Sostener operaciones con un estado de fuerza desproporcionado para cumplir con números, es solo el síntoma de una realidad más profunda detrás del famoso “Make America Great Again”, en donde la ira y el miedo, son los ingredientes que sostienen la gestión de estado, donde el futuro incierto y la incapacidad de asumirlo son imposibles. Así, la sensación de impotencia es la que se traduce en represión y autoritarismo, no hay secreto en esto tanto que, en el bucle de esta ceguera, no importa si se destruyen lógicas económicas de crecimiento o relaciones comunitaria que son la base funcional de normas y reglas en una sociedad. Todo puede justificarse bajo el dominio del miedo sin espacio para el diálogo y la deliberación pública. El exceso de miedo, se traduce en exceso de control, que no acepta pensar, solo culpar y temer porque es fácil.

El odio, la división, la xenofobia y la represión se han vuelto los recursos indispensables para imponer “orden y paz”, lo cuál es complejo, ya que la regla en estos días es transgredir la ley para imponer la ley. Por otra parte, la ira, se ha vuelto un ingrediente básico en las formas de configurar políticas inhumanas que al mismo tiempo provocan emociones que amenazan cualquier forma de democracia, donde reprimir y atentar contra la libertad de expresión, son el ejemplo más claro. Los atributos monárquicos que imperan hoy son la muestra de como las personas contraatacan cuando se sienten víctimas de una injusticia y lo que sucede en el despliegue y operación de fuerzas estadunidense contra la migración es un ejemplo de esto, pero ¿De qué injusticia se trata? Así como nos lo recuerda Martha Nussbaum “…las leyes no pueden imponerse ni mantenerse si no convencen intelectual y emocionalmente a las personas. En una monarquía, no hace falta que lo hagan, pues lo único que necesita el monarca es inspirar miedo suficiente para generar obediencia. En una democracia, precisamos de mucho más: amor al bien, esperanza en el futuro, cierta determinación para combatir las corrosivas fuerzas del odio, el asco y la rabia…” (Nussbaum,2019, p.33.) Así, entre cumplir las cuotas de deportación y la deliberación pública, quizá valdrá la pena asumir el precio de arriesgarnos a pensar, antes que temer, porque el pensamiento individual es valiosísimo para mejorar la calidad de una deliberación pública, que abona a comprender de mejora manera nuestra realidad donde la construcción de esperanza es la apuesta.

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