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El regalo a Trump: aranceles para él, inflación para México
Eduardo Ruiz-Healy | Ruiz-Healy Times
Las comisiones de Hacienda y Economía de la Cámara de Diputados aprobaron ayer 09 de diciembre, un dictamen que eleva aranceles de hasta 35% a 1,463 fracciones arancelarias, enfocadas en importaciones de China, India, Vietnam y Corea del Sur. El gobierno lo presenta como una defensa de la industria nacional, pero la realidad es que esta medida es para complacer a Estados Unidos.
La secuencia importa. Primero vino la Estrategia de Seguridad Nacional 2025 de Donald Trump, en la que México es señalado como “puerta trasera” para productos chinos y de sus satélites productivos. Después llegó la urgencia de demostrar que esa puerta se está cerrando en el papel. La propuesta original enviada por la presidenta Claudia Sheinbaum contemplaba aranceles del 50%; el cabildeo empresarial la bajó a un techo de 35%, pero no cambió la lógica: es una ofrenda preventiva rumbo a la revisión del T-MEC en 2026, no una estrategia de desarrollo industrial.
El golpe es asimétrico y muy concreto. En el caso de India, pega directamente en los autos compactos y subcompactos. Buena parte del portafolio de Suzuki —Swift, Baleno, Ignis, Ertiga, XL7, Fronx y el Jimny de cinco puertas— viene de plantas indias. Lo mismo ocurre con el Virtus de Volkswagen, el Grand i10 y parte de la Creta de Hyundai, o el Sonet de Kia. No hay tratado de libre comercio con India, así que el 35% termina en el precio al cliente o en el margen de utilidad de las distribuidoras.
Con China y Vietnam, el impacto se reparte entre el anaquel y la cadena productiva. De ahí vienen muchos celulares, laptops y gadgets de Xiaomi, Huawei y otras marcas, además de calzado deportivo y ropa producidos para Nike y Adidas y vendidos por plataformas como Shein y Temu. Un arancel del 35% significa tenis y prendas más caras, mientras que el encarecimiento de los electrónicos pega en el consumo cotidiano y en las pequeñas empresas que dependen de equipo barato.
Corea del Sur añade el componente más delicado: los insumos de alta tecnología. Chips, componentes automotrices, aceros especiales y equipos ópticos coreanos se integran en autos y aparatos que México exporta a EU. Al encarecer esos insumos, se erosiona la competitividad de la plataforma exportadora que debería ser la gran ganadora del nearshoring.
Todo esto ocurre con la inflación anual en 3.80% y proyecciones al alza para 2026, por encima de 4.3 por ciento. El nuevo muro arancelario sobre electrónicos, autos y bienes duraderos puede añadir hasta medio punto porcentual a la inflación y obligar al Banco de México a mantener tasas de interés altas por más tiempo, encareciendo el crédito cuando la economía necesita inversión, no freno.
Y ni siquiera hay garantía de que alcance para calmar a Trump. Para él, si EU impone aranceles del 60 o 100% a China, una tasa mexicana de 35% mantiene abierta la ventana de la triangulación rentable. Peor aún: al elevar el tema a Seguridad Nacional, la exigencia deja de ser recaudatoria y se vuelve una de exclusión geopolítica. Un impuesto aduanero no elimina la desconfianza sobre el espionaje tecnológico ni el control de la infraestructura crítica, y México ya empezó a pagar la cuenta sin saber si, llegado el momento, Trump considerará suficiente la ofrenda.
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