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El nuevo mapa empresarial en México
Opinión
Los Censos Económicos (CE) de 2024 publicados por el Inegi confirman una realidad estructural de la economía mexicana: las Micro, Pequeñas y Medianas empresas (mipymes) siguen siendo el cimiento del aparato productivo, pero enfrentan una brecha creciente frente a las grandes empresas en materia de productividad, financiamiento y digitalización. En un contexto global de bajo dinamismo económico, la fortaleza del mercado interno dependerá de la capacidad del país para cerrar esas brechas.
Los CE revelan que las mipymes representan el 99.8% de las unidades económicas, cifra prácticamente inalterada desde hace dos décadas. Su peso en el empleo también es contundente: más del 71% de las personas ocupadas trabaja en este segmento, equivalente a casi 20 millones de empleos. Sin embargo, su aportación al valor agregado y a la producción bruta es sensiblemente menor, con participaciones de 45.7% y 41.3%, respectivamente. Esta divergencia refleja la distancia entre presencia económica y productividad efectiva.
La composición sectorial refuerza este diagnóstico. El comercio minorista es el principal espacio de operación de las mipymes (con el 44% del total de establecimientos) seguido de manufacturas y el turismo. Es en estos sectores donde se concentra el grueso del empleo generado por estas empresas, pero también donde las brechas en productividad frente a las grandes corporaciones son más evidentes, especialmente en la manufactura, donde las mipymes aportan más de 40% del empleo del sector pero apenas una quinta parte del valor agregado.
Además de esta divergencia estructural, los CE documentan importantes diferencias territoriales. Entre 2018 y 2024, las unidades económicas crecieron 13.9% a nivel nacional, impulsadas por estados del centro y norte como Puebla, Querétaro e Hidalgo, mientras que la Ciudad de México registró una ligera contracción. En el sur-sureste, entidades como Oaxaca y Chiapas muestran dinamismo, aunque desde bases más pequeñas y con predominio de actividades de servicios y comercio local. El país avanza, una vez más, a distintas velocidades.
Uno de los hallazgos más relevantes de los CE es la baja penetración del financiamiento formal. Sólo una de cada nueve empresas obtuvo algún tipo de crédito. La diferencia por tamaño es marcada: mientras el 33% de las grandes empresas accedió a financiamiento, apenas el 10% de las pymes y el 6% de las micro lo logró. La consecuencia es directa: las empresas con crédito registran productividades por trabajador entre 15% y 25% superiores a las que operan únicamente con capital propio. La brecha regional también es amplia: Nuevo León, Querétaro y Coahuila concentran los mayores niveles de acceso, mientras que Chiapas, Oaxaca y Guerrero se mantienen rezagados.
La digitalización agrega un segundo eje de desigualdad. Sólo una cuarta parte de las empresas utiliza herramientas tecnológicas básicas, y menos del 2% emplea big data o inteligencia artificial (AI). Esta brecha se replica en el comercio electrónico: aunque sólo 5.6% de los establecimientos vende en línea, este pequeño grupo concentra más del 20% de los ingresos digitales del país, un indicador claro del vínculo entre sofisticación digital y valor económico.
Los Censos Económicos de 2024 dibujan un país donde las mipymes son esenciales para el empleo, pero aún operan con limitaciones significativas para elevar su productividad. En un entorno de menor dinamismo global, el impulso al financiamiento, la formalización y la digitalización será determinante para que este segmento empresarial transite de ser el pilar del empleo a convertirse también en motor de crecimiento.
*El autor es economista senior de BBVA México.