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Opinión

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¿Qué hacer ante los aranceles de Trump?

Aunque muchos pensaban que no sucedería, el pasado martes a las 11 de la noche entraron en vigor los aranceles con los que Trump ha amenazado desde su primera presidencia: 25% generalizado a todas las exportaciones mexicanas. Es posible que, cuando usted lea esto, ya hayan sido suspendidos, aplazados o reducidos; es imposible saberlo.

Sobra decirlo, pero si se prolongan, el golpe para la economía mexicana sería severo, si no es que catastrófico. Ya estamos, sin aranceles, al borde de la recesión: los datos de empleo de febrero fueron muy malos, la inversión cae desde diciembre y la actividad económica está frenada. Más allá de la CDMX, donde nos gusta vernos el ombligo, nuestra economía está intrínsecamente ligada a la norteamericana. Un alza de 25% en nuestros precios ante nuestro principal cliente restaría nuestra competitividad y llevaría a la economía a decrecer por lo menos un punto porcentual en 2025. La única solución a corto plazo sería una depreciación de la moneda que regrese los precios reales al nivel actual.

Dado el impacto potencial, vale la pena preguntarse qué pudo hacer el gobierno mexicano para evitarlo y, sobre todo, qué puede hacer ahora.

Hay poco más que el gobierno pudo haber hecho. Entregó a 29 narcotraficantes, volándose formalismos legales de extradición, envió 10,000 tropas a la frontera y empezó a cerrar el mercado a importaciones chinas. Quizá Trump piensa que no basta, pero es el inicio de cambios profundos. Desmantelar el crimen organizado y sus vínculos con el gobierno no se logra de la noche a la mañana y desacoplar la economía mexicana de la china tampoco es inmediato. Aun así, es probable que el gobierno de Trump exija más: mayor presencia de elementos estadounidenses en el combate al narcotráfico y un comité que revise inversiones extranjeras para controlar las inversiones provenientes de China. Incluso podrían venir aranceles espejo a los que EU tiene con China.

Por ahora, comprar tiempo parece la estrategia correcta. Aunque el espectáculo del Zócalo parezca ridículo —porque lo es— le permite a la presidenta ganar tiempo, a diferencia de lo que ha hecho Canadá. No anunciar medidas el martes permitió ver cómo evolucionan las cosas y si es posible un acuerdo. A la vez, permite analizar más a fondo la respuesta.

Aunque muchos lo piden —y es entendible el deseo de venganza— imponer aranceles recíprocos sería el peor error. Quizá las presiones políticas y las voces que dicen “hay que pegarles donde les duele” o “hay que negociar desde una posición de fuerza” prevalezcan, pero sería desastroso para México. No podemos negociar desde la fuerza ni hay algo que realmente les duela. Más grave aún, sería un golpe para México. Estimaciones iniciales calculan que, con aranceles, el PIB caería 2 puntos porcentuales; con aranceles recíprocos, la caída sería de 3.5 por ciento. Afectaríamos cadenas de suministro que dependen de productos importados y dispararíamos la inflación de todos los bienes de consumo importados. Esto obligaría a Banxico a endurecer su política monetaria, llevándonos a una recesión más larga y profunda.

El futuro es incierto y tampoco queda claro cuál habría sido la mejor estrategia ante Trump. La realidad es que estamos en una posición de extrema vulnerabilidad, en parte por el país que heredó la presidenta y en parte por las realidades económicas. Ser vecinos de la economía más grande del mundo nos ata inevitablemente. Parte del legado económico de este sexenio se definirá en los próximos días o semanas. A ver cómo nos va.

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