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Rockonomics
Alan Krueger fue un distinguido economista en la academia y el servicio público, quien falleció prematuramente este año. Su último libro estaba en proceso de edición y acaba de publicarse post mortem. Se llama Rockonomics y es una amalgama analítica que ofrece el rock como una explicación análoga de cómo funciona la economía y a la vez cómo la economía explica la industria del rock. Es un libro original, con una aplicación profunda y rigurosa del análisis económico y apoyado por decenas de entrevistas a roqueros. Destaco algunos aspectos.
El mercado del rock es muy competitivo, pues las nuevas bandas tienen que competir con las que ya llevan décadas en el negocio. La oferta se caracteriza por lo que se conoce como “los mercados de superestrellas”, donde un número reducido de músicos de gran calidad que no tiene sustitutos cercanos alcanza a una muy amplia base de seguidores, muchos de ellos leales desde hace decenios.
Las fuerzas económicas afectan profundamente el tipo de música que escuchamos, los aparatos que utilizamos para ello, los géneros que se producen y el monto que estamos dispuestos a pagar por una presentación en vivo, un disco o un archivo digital y gastar en streaming. El cambio tecnológico ha afectado profundamente a la industria. En 35 años se ha evolucionado del disco en vinilo y el cassette, al CD, el mp3 y ahora al streaming.
Nos dice Krueger que el gusto y los incentivos económicos para el streaming están afectando la forma y estructura para componer y grabar las canciones. Un ejemplo es cuando para lanzar a un nuevo cantante desconocido, éste graba una canción con una superestrella invitada porque esto ayudará a la proyección del novato. Por lo general, el vocalista famoso interviene al inicio en los primeros 30 segundos de la rola, debido a que las regalías en el streaming sólo se pagan si la canción se toca cuando menos por ese lapso.
Hoy los músicos derivan sus grandes ingresos no de la venta de su música en alguna de las formas mencionadas sino de presentaciones en concierto. Es un mercado sumamente lucrativo. Cifras recientes de la revista Rolling Stone indican que los mayores ingresos brutos por giras en el 2016, el 2017 y el 2018 correspondieron, respectivamente, a Beyoncé 169.4 millones de dólares; U2, 176.1 millones de dólares, y Taylor Swift, 277.3 millones de dólares. El mayor precio promedio por concierto es de Los Rolling Stones en el 2013: 229 dólares, pero porque la demanda excede la oferta, la reventa es un buen negocio y ese boletaje puede venderse hasta en 5,000 dólares o más.
La economía es importante para entender el rock. Pero la pasión y el amor por él van más allá de la racionalidad económica. Mi amigo Fito de la Parra, legendario baterista mexicano que a sus 73 años sigue muy activo, me dice convencido: los roqueros no se jubilan, simplemente mueren.