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Opinión

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RSE: del dicho al hecho (aún) hay mucho trecho

Ser una empresa socialmente responsable (ESR) implica un gran compromiso, pero en especial congruencia entre lo que la empresa dice, lo que hace y lo que realmente es. En este sentido, podría resultar relativamente sencillo decir que la empresa es socialmente responsable, pero el desafío se presenta cuando se le cuestionan ciertas prácticas o se le solicitan evidencias que soporten tal afirmación, ya que en ese momento es cuando la compañía se sometería a una primera prueba: ¿tiene o no las suficientes acciones, prácticas o iniciativas de RSE para lograr un cierto nivel de avance en el proceso de convertirse en una empresa socialmente responsable?

Sin embargo, el verdadero reto a vencer es lograr que la empresa realmente sea socialmente responsable y que no sólo tenga prácticas de RSE. Desde mi punto de vista, la diferencia es clara: mientras la empresa no logre integrar la RSE a su ADN, sólo tendrá prácticas o acciones de RSE, sin haber transformado su modelo de negocio.

A lo largo de los últimos años, hemos visto cómo diferentes empresas han iniciado este proceso por diversos motivos. Algunas de forma reactiva frente a la presión externa ejercida por consumidores, autoridades, inversionistas o las mismas comunidades donde éstas operan.

Estas exigencias pueden lograr tener atención en medios de comunicación y generar conciencia pública frente a las malas prácticas en las que dichas empresas estaban incurriendo (por ejemplo, explotación de empleados, trabajo infantil, violación de derechos humanos, degradación de ecosistemas, fraude y corrupción, entre muchas otras); dejando a este tipo de empresas expuestas a una opinión pública, y hasta cierto punto, obligándolas a asumir sus responsabilidades (o al menos una parte) para implementar acciones correctivas de forma reactiva.

Por otro lado, tenemos también compañías que proactivamente han identificado posibles riesgos, impactos y oportunidades que se pudieran presentar en sus operaciones directas o a lo largo de su cadena de valor, ya sea en materia social y ambiental, iniciando de manera anticipada una serie de iniciativas para gestionar los riesgos, mitigar los impactos y aprovechar las oportunidades que se puedan ir presentando.

Sin embargo, muchas veces no se logra una integración total entre la estrategia comercial de la empresa y la de sus prácticas de RSE que, si bien pudieran estar alineadas, no siempre tienen el mismo peso o relevancia que la primera.

Finalmente, tenemos aquellas otras empresas que, con una visión de largo plazo, apuestan por su transformación hacia modelos de negocios sustentables o socialmente responsables, donde la RSE ya no es vista como acciones aisladas o específicas, sino que se busca que ésta permee en toda la organización, para lo cual también debe hacerse parte de su cultura organizacional, y que este compromiso no sólo sea de la institución sino de cada una de las personas que la conforman, entendiéndola como parte de su actuar diario.

Es importante que, a lo largo de este proceso, la empresa tenga claro qué la motiva a avanzar, fijar un plan de trabajo con un rumbo definido y ser consistente, para evitar caer en situaciones de incongruencia, o de querer aparentar ser algo que no es.

Como en cualquier proceso de mejora continua, es indispensable conocer las debilidades o áreas de oportunidad y trabajar en ellas para cerrar esta brecha, e ir aprendiendo de los aciertos y errores que en el camino se vayan teniendo.

*Director del Centro IDEARSE para la Responsabilidad y Sustentabilidad de la Empresa de la Universidad Anáhuac México.

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