Buscar
Opinión

Lectura 4:00 min

Poder y dinero

Entre árbitros, televisoras y la federación internacional definieron el curso del campeonato y al campeón. Billete es billete.

En México llevamos varios años luchando contra el poder, que se manifiesta de diversas formas, para las cuales hay que contar con varios instrumentos. Tener poder de mercado en el caso de la oferta significa establecer precios que redundan en rentas económicas para quien tiene el poder, en perjuicio de quienes demandan los productos. No es necesario que se trate de un monopolio absoluto en el mercado, simplemente con tener uno o dos competidores muy grandes, que absorban una buena parte del mercado, aunque existan otras 20 empresas, las cuales simplemente juegan a hacer parecer que hay competencia.

Poder del lado de la demanda existe y puede verse en los grandes intermediarios agropecuarios, que compran la producción de los muchos pequeños productores, derivando una renta enorme, que pagan los consumidores a través de precios más elevados y los productores pequeños vía un menor ingreso por su producción. Los sindicatos son otro caso de poder, ya que ellos por lo general establecen los salarios, las prestaciones y las condiciones generales de trabajo, mismas que aunque la empresa negocie van a quedar por arriba de lo que sucedería si no existiera el sindicato.

En las últimas cinco semanas pudimos ver la aparición de otro poder, que con su actuar fue capaz de mover sumas impresionantes de dinero, sólo que en este caso no era una sola persona quien se llevaba la renta, sino un grupo perfectamente organizado. Estamos hablando del poder de los árbitros en el Mundial de Futbol que recién concluyó. Estas personas fueron instruidas para que no dejaran que el espectáculo disminuyera o fuera eliminado y utilizaron su silbato, bandera, o simplemente cerraban los ojos ante jugadas arteras, marcaron fuera de lugar inexistentes, o cerraban los ojos ante entradas que bien valían una tarjeta, o una expulsión. Pero para no eliminar el espectáculo, al dejar fuera a un jugador, simplemente no se hacía nada. Con el uso de sus instrumentos disponibles fueron determinantes para ciertos marcadores, de manera que pasara el equipo que dejaría mayores regalías por transmisiones de futbol o dejara mayor dinero en las apuestas.

Como prueba de esto puede citarse, en primer término, la oposición para utilizar medios electrónicos para declarar goles oficiales e inexistentes, en caso de que el balón pasara la línea y lo detectaran una o varias cámaras, haciendo inobjetable la decisión. Otra prueba es que ningún equipo de los denominados chiquitos y que mostraron un nivel de juego superior al de varios de los semifinalistas y finalistas pasó a la siguiente ronda; en todos los partidos en que fueron eliminados es posible detectar alguna pifia arbitral. Finalmente está el dineral que se juega en las apuestas y que esperamos no llegue hasta los jugadores, de lo contrario ya estaríamos hablando de delitos de mayor magnitud, que no caerían dentro del ámbito de la federación internacional para juzgar y castigar, sino que deberían ir a alguna instancia policial internacional.

Otro de los casos que causó enormes problemas y que mostró todo el poder del cuerpo arbitral es el de los fuera de lugar. Para quienes vimos los juegos por televisión quedó claro que las repeticiones son infalibles para mostrar si el juez de línea estaba en lo correcto o no. Y ni qué decir del poder de la televisión, que se dio el lujo de pasar todos los juegos sólo para quienes pagaron por el servicio; para los demás no. Billete es billete, aunque al igual que la democracia en algunos lugares, puede ser que la sociedad llegue a repudiarla, debido al juego sucio de los partidos.

mrodarte@eleconomista.com.mx

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Noticias Recomendadas