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Opinión

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Los gobernados

Quienes ejercen el poder político y quienes gobiernan nos ven a los ciudadanos como súbditos y no como individuos con plenos derechos.

Nuestra esquizofrénica Constitución establece en el Artículo 6: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito o perturbe el orden público”. Por su parte el Artículo 7 establece: “Es inviolable la libertad de difundir opiniones, información e ideas, a través de cualquier medio”.

Lo anterior es relevante por la carta que Eduardo del Río, vocero de la campaña del candidato del PRI a la presidencia de la República, envió al portal de noticias Animal Político que reportó en su página el hallazgo, por parte de la Auditoría Superior de la Federación, de una supuesta desviación de recursos públicos por parte de la Secretaría de Desarrollo Social.

En la carta (y es lo que quiero destacar) afirmó: “Por todo lo anterior, se considera que el contenido de la nota referida supera por mucho el derecho a la libertad de expresión con que cuentan los gobernados”.

Independientemente de si hay o no sustento sobre el hallazgo de la Auditoría Superior de la Federación y de que la noticia fue difundida por Animal Político (ejerciendo el derecho consagrado en el artículo 7 constitucional), destaca, por alarmante, haber utilizado la expresión “los gobernados” porque ello refleja con transparencia cómo quienes ejercen el poder político y quienes gobiernan ven a los ciudadanos. Nos ven como súbditos, no como individuos con plenos derechos y es aquí en donde está la falla de origen que explica, en gran medida, por qué México, a pesar del potencial, es un país de desarrollo económico medio con una muy elevada incidencia de pobreza y notoriamente inequitativo.

Existe amplia evidencia internacional que establece que entre mayor sea la libertad individual (política y económica), mayor tiende a ser el nivel de desarrollo económico de un país, caracterizado por altos niveles de bienestar individual y familiar, menor incidencia de pobreza y mayor equidad.

En el Índice de Libertad Económica, elaborado por el Instituto Simon Fraser, México se ubicó en el lugar 76 de 159 países evaluados, mientras que en el Índice de Desarrollo Humano, elaborado por las Naciones Unidas, se situó en el lugar 74 de 189 países considerados. México es un país medianamente libre y medianamente desarrollado.

Gran parte del problema es que predomina la idea, entre quienes gobiernan, de que cada individuo no es más que un engrane en la maquinaria del Estado que busca alcanzar esa quimera que es el “bien común” y, en consecuencia, no se le da el valor que merece tener la libertad de cada individuo para buscar para sí y su familia la prosperidad y la felicidad, utilizando con plena libertad, respetando siempre las derechos de terceros y los recursos de su propiedad. No se reconoce que la libertad individual es el valor supremo que hay que consagrar.

Haber visto (y seguir viendo) a cada individuo como un ente subordinado al Estado violenta el principio de que lo más importante y lo más sagrado (no desde un punto de vista teológico) es el individuo mismo y su libertad.

Mientras siga predominando la visión entre quienes ejercen (o buscan) ejercer el poder político de que la libertad individual es secundaria y subordinada a un ente superior, el Estado, México seguirá siendo un país que no despegue en el proceso de un desarrollo económico sostenido.

Que seamos vistos como “los gobernados” es simple y llanamente inaceptable.

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