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Opinión

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La vida ?es un Twinkie

Lo que conmueve a la opinión pública es que podrían desaparecer los pastelillos que acompañaron a los niños.

Hoy es el Día de Acción de Gracias en Estados Unidos. Es una de las fiestas con más símbolos y más significado para esa nación.

Algunos llegan más tranquilos a su festejo tras el paso de las elecciones que tensaron mucho la vida social cotidiana. Otros, cenarán esta noche preocupados porque si entra en automático el precipicio fiscal saben que la economía enfrentará nuevamente tiempos difíciles.

Pero todos podrían tener como tema de conversación de sus mesas la posible desaparición de uno de los íconos estadounidenses más importantes del siglo XX.

Y es que el proceso de quiebra de la compañía que fabrica los famosos pastelillos Twinkies ha despertado el interés nacional, no por que una empresa que lleva operando 82 años como Hostess Brands esté a punto de cerrar sus puertas, menos aún porque hay 18,500 trabajos en riesgo.

No, lo que conmueve a la opinión pública es que podrían desaparecer los Twinkies, que por tantas generaciones han acompañado a los niños, incluso desde antes de que la obesidad fuera un problema de salud pública en Estados Unidos.

El tema ha traspasado las fronteras, y acá en México, también se han escuchado voces que lamentan la posible desaparición del pastelillo, acaso porque los comentadores en algún momento de su vida tuvieron que decidir entre comerse un Tuinky Wonder (como se llamaba en México el producto) o unos Submarinos Marinela.

Hostess Brands, que fabrica el pan de caja Wonder entre otros productos, está en proceso de concurso mercantil, al estilo del Chapter 11, desde enero pasado y lo nuevo es que ayer fracasaron las negociaciones entre el sindicato y la empresa para encontrar una salida.

El problema de esta empresa es el mismo de tantas otras que durante años mantuvieron los esquemas laborales intactos. Hoy tienen un pasivo laboral insostenible, las pensiones de los jubilados hacen inviable su operación sin una reestructura que los trabajadores no aceptaron.

La vida es un Twinkie porque lo que llama la atención, lo que entristece a la opinión pública, lo que hace que conductores de radio en México pongan al aire anuncios viejos de este pastelillo, es la eventual desaparición del producto, no la empresa, no el tema laboral, no el problema de la falta de evolución en la vida laboral en el mundo.

En Estados Unidos se han reportado en estos últimos días compras de pánico de Twinkies, personas que corren a los supermercados a comprar los pastelillos disponibles porque van a desaparecer.

Hay tristeza, pues, porque se nos van a acabar los Twinkies en el mundo. Y nuestros hijos y nietos no van a conocer un pastelillo que alimentó a nuestros padres y nuestros abuelos.

La verdad es que eso no va a ocurrir. Se van a perder 18,500 empleos, va a cerrar sus puertas una empresa que no veía lejanos los cien años de operación, pero no van a desaparecer los Twinkies.

Esa marca, o la del pan Wonder, o los Ding Dongs tienen un valor propio independiente a la suerte de la empresa que los fabrica. Son marcas negociables, que seguramente, alguna otra empresa en condiciones de operación más sanas querrá comprar.

Cambiará el empaque, no aparecerá la marca Hostess en el celofán de envoltura, pero eso al consumidor no le importará mientras siga viendo sus Twinkies en los anaqueles.

Cuando los ciudadanos de ese país vean que llega puntualmente el cargamento de pastelillos, respirarán tranquilos de que todo regresa a la normalidad. Nadie se acordará entonces de los casi 20,000 desempleados de esa empresa y menos tendrán presente el riesgo que para muchas compañías implica no modificar sus esquemas laborales.

En una sociedad consumista las marcas dan identidad. Las firmas automotrices en Estados Unidos pudieron ser rescatadas tras la gran recesión por su peso icónico en la cultura pop estadounidense, no porque alguien creyera que fueran rescatables.

En México también existen esas figuras totémicas que hacen que el trasfondo sea ignorado. Claro que si desaparece, todos extrañaríamos el Gansito Marinela. Pero las figuras que más aferran a ciertos grupos son aquellas que por años nos vendieron como símbolos de nuestra nacionalidad.

El caso más lamentable es el de Petróleos Mexicanos. Hay un aferramiento ideológico y político a la figura de la empresa pública como intocable, aunque muera de inanición.

No son pocos los partidos políticos y sus respectivos beneficiarios que viven de explorar esas figuras totémicas. Muchos sindicatos, organizaciones sociales y demás viven de mantener vivos esos fetiches, viven de tener siempre a la mano esos Twinkies.

ecampos@eleconomista.com.mx

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