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El ojo de tigre
La resiliencia y el autocontrol son habilidades no cognitivas que pueden ser predictores del éxito mucho más precisos que el talento.
Rocky I ganó un Oscar a la mejor película en 1976 con la historia de un boxeador sin mucho talento como atleta, sin muchos recursos y casi analfabeta, que llegó a ser campeón de peso completo. En lenguaje de la película, el ojo de tigre es la clave de los logros de Rocky. El concepto es equivalente a la resiliencia: la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas, sobre todo ante las mayores adversidades.
Probablemente, la historia de Rocky se convirtió en un hit porque resuena con casos que vemos cotidianamente. En cualquier entorno competitivo, quienes llegan a la cima no siempre son los más talentosos. Muy frecuentemente se cuelan los que tienen mayor determinación para superar fracasos y dificultades.
José Hernández (Astro José), un astronauta norteamericano que fue a la luna, cuenta que lo rechazaron 16 veces del programa espacial por no cumplir con la estatura mínima y otros requisitos.
Pasando de las anécdotas a la ciencia, Angela Duckworth, doctora en psicología de la universidad de Pennsylvania, ha desarrollado una escala para medir la resiliencia y el autocontrol en distintos contextos con resultados sorprendentes.
Ha mostrado cómo esas habilidades no cognitivas pueden ser predictores del éxito mucho más precisos que el talento.
Por ejemplo, su investigación muestra que en el salón de clases y en el mundo profesional, el grit y el autocontrol son mejores predictores del desempeño que el IQ. Siguiendo por cinco años el desempeño de los cadetes de West Point, ha encontrado que los más resilientes tienen mayores probabilidades de éxito que los más aptos física e intelectualmente.
Según la investigadora, las personas con mayor grit y autocontrol son más propensas a dedicarle más tiempo a contrarrestar sus limitaciones y con ello empujar el límite de sus capacidades.
A diferencia de la capacidad intelectual o las aptitudes físicas innatas, el grit puede moldearse.
El grit no está correlacionado con el IQ. Se trata de una habilidad que puede aprenderse y desarrollarse.
Las aplicaciones del concepto tienen un gran potencial para la formación de los niños y jóvenes, así como en la selección de profesionales y atletas. Desarrollar la resiliencia y el autocontrol en los niños bien podría expandir la frontera de sus posibilidades de éxito y bienestar.