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Opinión

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El nacionalismo es la guerra; sin diplomacia con España

El nacionalismo es la guerra. Lo mencionó François Mitterrand en el Parlamento Europeo. Y es verdad.

Los conflictos bélicos demandan la sobreoferta de banderas y la histeria de los himnos nacionales a través de Spotify, Hora Nacional o televisoras afines.

La pobreza, los costos humanos del narcotráfico, el desprecio a la ciencia y a la educación (desaparición de fideicomisos) y el debilitamiento de las instituciones no se equiparan con el penacho de Moctezuma ni con el perdón de la Corona española por lo ocurrido durante la conquista. Pero es el zapping de AMLO el que maniente entretenida a la población.

El presidente de México se salta a la diplomacia y exige a funcionarios europeos contemporizar discursos de hace 500 años. España podría vetar la renovación del acuerdo comercial entre la Unión Europea y México si el presidente López Obrador continúa su camino hacia el conflicto con el gobierno de Pedro Sánchez.

La diplomacia es un juego de ajedrez cuyo objetivo es evitar conflictos. Tal parece que en la 4T poco interesa.

AMLO tendría que haber dimensionado su petición al gobierno de España a través de la diplomacia. No lo hace, o al menos no se conoce un trabajo diplomático desde el año pasado para medir los efectos que podría provocar el uso de la retórica nacionalista en contra de España.

Nicolás Maduro ordenó el pasado lunes el cambio de nombre de la principal autopista de Caracas Francisco Fajardo, colonizador descendiente de españoles nacido en Venezuela, por el de un cacique indígena. Y para que no quede duda, la autopista ya se llama “Gran Cacique Guaicaipuro”.

“Esa autopista la bautizaron con el nombre del genocida, colonizador genocida, Francisco Fajardo (...) es como que en algún país de Europa le pusieran a una autopista el nombre de (Adolfo) Hitler”, comentó Maduro. La banalidad de don Nicolás Maduro es brutal.

En Polonia, el partido gobernante Ley y Justicia (PiS) ordenó en abril del 2018 el retiro de un monumento que durante 70 años brindó homenaje al Ejército Rojo de la Unión Soviética por haber derrotado a los nazis. Pero no importa lo que hicieron los rusos con los nazis, para  Kaczynski es más rentable lo que hicieron los rusos posteriormente.

En el 2014, la construcción de un monumento en Budapest para recordar a las víctimas del nazismo en Hungría generó un conflicto entre el gobierno conservador y la comunidad judía local que consideraba que la estatua podía ocultar la responsabilidad húngara en el exterminio de unos 450,000 judíos. Tampo importa. Lo que interesa es exprimir la manipulación de la historia hasta que se convierta en un gajo revisionista.

En la ciudad de México, Claudia Sheinbaum atendió, posiblemente, la petición del presidente López Obrador de eliminar la estatua de Cristobal Colón de una de las principales avenidas de la ciudad. A través de un lenguaje laberíntico (desde el punto de vista del comportamiento del mexicano descrito por Octavio Paz en El laberinto de la soledad) mintió a la población sobre el motivo del retiro de la estatua. Como si la población estuviera en proceso de retiro de pañal, Sheinbaum dijo que su decisión la hacía para darle mantenimiento a la estatua.

Desde el año pasado, el presidente solicitó a la Corona española un pronunciamiento revestido de disculpa por lo ocurrido durante la conquista en México. La petición fue replicada al papa Francisco.

La peor forma de interpretar a la historia es a través de las emociones políticas.

“Las estatuas o monumentos reflejan, en el momento en que se construyen, el orden natural de la sociedad”, explica el historiador Julián Casanova.

“En realidad, lo que ocurre en el debate público es que se tiende a confundir historia y memoria, y los monumentos se encuadran en lo segundo”, indica Casanova.

Manipular la historia convierte a Sheinbaum en revisionista.

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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