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El efecto camello, el verdadero viernes negro
La gran depresión Por: Enrique Campos Suárez
No hay correos electrónicos más populares que aquellos que muestran la grandeza de un oasis a la mitad del desierto, donde se ha construido la torre más grande del mundo, las islas artificiales más espectaculares jamás llevadas a cabo.
Dubai se convirtió en la imagen del éxito, en el sitio más deseado y codiciado por todos, era la imagen del nuevo siglo. Era, sin duda, el giro del globo terráqueo para ubicar el nuevo eje del liderazgo, ya no entre Nueva York y Londres, sino entre Beijing y Dubai.
El mundo estaba seguro que las historias de los países-milagro fracasados como Islandia o Irlanda habían terminado y que de aquí en adelante todo era el inicio de la recuperación económica.
Pero entonces llegó este jueves y toda una economía, representada a través de la empresa pública Dubai World, salió al mundo a dar una noticia que no se esperaba: la moratoria de pagos.
Son, por ahora, 4,000 millones de dólares que hoy resultan impagables, de una deuda que supera los 22,000 millones de dólares y que no parecen tener los flujos suficientes para ser cubiertos.
El impacto inicial es más que suficiente para ver una mirada más crítica de lo que han hecho realmente los Emiratos Árabes Unidos.
El milagro del desierto convertido en un auténtico reino mágico, digno de un cuento, se empezó cuando este mundo no sospechaba que se acercaba a uno de sus peores choques económicos en décadas.
La opulencia del mundo perfecto que se erige estaba destinada a todos los hombres y mujeres del mundo que, con su nivel de ingreso, ya no encontraban atrac tivo el resto del mundo. Para quienes, por su riqueza, no había Nueva York o París que les alcanzara, ahí estaba Dubai.
Sólo que en el reino donde lo único imposible era la limitación humana, la crisis de sus dueños, usuarios y clientes potenciales pusieron un freno a fondo. Y la falta de dinero para mantener ese nivel de vida es lo que ahora genera pánico.
Ayer que se dio a conocer el incumplimiento de pago de todo un país, el primer recuerdo fue a la Argentina de principios de siglo, con su default y su efecto tango. Sólo que ahora el efecto camello atacaría al mundo cuando no puede levantarse aún de la Gran Recesión.
Fue un acto estratégico, no hay duda, lanzar la bomba al mundo financiero global justo en momentos en que el mercado más grande del mundo, Wall Street, gozaba de la paz de su más importante fiesta nacional.
Con las bolsas de Nueva York cerradas, la factura de tan importante noticia fue distribuida en los otros mercados.
El fenómeno del vuelo a la calidad se generalizó en minutos y mercados como el mexicano y monedas como el peso, de inmediato tuvieron que aportar su cuota de penitencia a la culpa ajena.
Lo cierto es que la noche de ayer el mundo se fue a dormir con el temor a flor de piel. Con el recuerdo muy fresco de cómo un 15 de septiembre del 2008, la quiebra de un banco como Lehman Brothers reescribió la historia financiera de todo el planeta.
Los que pudieron dormir anoche temen que esta misma mañana los mercados de Estados Unidos, en medio de su fin de semana de fiesta, realmente puedan dar vida a un verdadero viernes negro.
Las posiciones más comprometedoras del efecto Camello estarían, otra vez, sobre Wall Street. Los grupos bancarios europeos tuvieron caídas en promedio de 7% porque es justamente a ellos a los que se les deja de pagar.
Y en EU están muchos acreedores que creían que sus papeles árabes eran sólo comparables con la belleza de Las Mil y Una Noches .
La noticia de Dubai es tan grave como la crisis mexicana de 1995. El efecto Vodka de finales de los 90, el tango de inicios de siglo.
En fin, ayer se escribió una historia inesperada que apenas nos enseñó el prólogo y que podría terminar con esa pequeña luz que se veía al final del túnel.
La Gran Depresión