Buscar
Opinión

Lectura 9:00 min

Cuestiones de niños y niñas (adopción)

Parte 1/3

Las niñas y niños buscan respuestas a las inquietudes de lo que les sucede en lo personal y familiar. Lo que no saben, es con quien conseguir esas respuestas e incluso, en ocasiones ni siquiera se atreven a plantear preguntas por la forma en la que se les minimiza o ignora. Los niños y niñas son sujetos de derechos, atrás deberían quedar los tiempos en que eran sujetos de tutela. Hoy, en teoría al menos, su voz se debe escuchar y ser tomada en cuenta. Sin embargo, su derecho a que su opinión sea tomada en cuenta, tratándose de la adopción no se da. 

En este grupo de artículos les quiero dar voz a los niños y niñas, por eso relataré tres inquietudes. 

Las niñas y niños del salón de clases al que tuve el honor de asistir tenían entre 7 y 8 años. Al entrar me presenté y les dije que les venía a hablar de sus derechos. Al final de cuentas, a eso obedecía mi presencia. 

Las cosas cambiaron muy rápido al ver sus caritas tan inocentes, llenas de asombro con mi presencia. En lugar de hablarles de sus derechos, les dije cuál era mi trabajo y que lo que quisieran saber, para eso estaba, para contestar sus inquietudes. 

Las y los niños lo que necesitan es que se les diga la verdad, la mayoría de las ocasiones, si no es que la totalidad, no piden más que una respuesta honesta. 

Intuitivamente cuando los vi, me hinqué. Estábamos todos a la misma altura, viéndonos a los ojos, quería que vieran que era un libro en blanco, que podían escribir sobre sus páginas lo que quisieran. Era necesario que supieran que no había un lado, ellos y el otro, yo. Estaba para servirles, para darles todo lo que soy. 

Les dije que no sabía si todas las respuestas a sus dudas iban a ser favorables, pero que siempre les respondería con la verdad. De hecho, el valor de la verdad es un bien escaso en el mundo de los adultos. Es un garbanzo de a libra encontrar a personas que rijan su vida bajo ese principio, por eso, hay desconfianza generalizada, perdón por acotarlo otra vez, pero esta suspicacia, solamente se da en el mundo de los adultos. 

Estas simples palabras “les voy a hablar con la verdad, tal vez no sea lo que quieran que les diga, pero será la verdad”, fueron suficientes para que las manitas de las y los niños se fueran levantando una a una. 

El primero fue un niño con un profundo y extraño dolor que surgía de su alma. No sabía lo que me preguntaría. Fijó su mirada, de la que salía el sufrimiento, en la mía. Me dijo directo —así como hablan los niños— que quería conocer a sus papás pero que sus papás no lo dejaban hasta que cumpliera 18 años.  “Quiero conocer a mis papás, pero mis papás no quieren”. Sentí por un instante que mi corazón se paralizaba y con ese alto, el tiempo también se detuvo porque nuestras miradas seguían unidas. El niño supo que su pesar era el mío, de hecho, sigue siéndolo, no puedo borrar de mi mente su mirada. 

Confieso que tanto la maestra como la asistente de maestra, a quienes les debo respeto, ese día me importaron poco. 

Es inevitable comparar a los adultos con los niños. Los primeros, cada vez con mayor frecuencia, aparentan ser maduros, justos, bondadosos, comprensivos y empáticos, pero en realidad, tienen otros intereses distintos a los de tener un alma genuinamente limpia para poder vivir y morir en paz. Hablar del universo de los adultos drena, por sí mismo desgasta, por eso me quedo con el niño de 2 año de primaria, porque los niños son tiernos, alegres y transparentes por naturaleza, sin que esto signifique que estén exentos de problemas o de haber hecho alguna u  otra travesura sin que se les pusieran límites o se les orientara de no hacerla. 

Mira, —le dije— lo que tú quieres en el mundo de los grandes, ese que como tú comprendo poco, se llama “conocer el origen genético”. Eso significa que sí tienes derecho a conocer a tu mamá, de la que saliste de la panza y a tu papá, a los que te pareces. Ellos se llaman padres biológicos. Cuando los conozcas puedes preguntarles lo que tú quieras, darles y recibir un abrazo y sobre todo, tienes derecho de verlos a los ojos, como nos estamos ahora mirando tú y yo. Esbozó una gran sonrisa, sin embargo, su rostro cambió, cuando le “pero”. Pero, es cierto lo que te dicen tus papás, en este momento no puedes conocerlos porque es hasta que cumplas 18 años. 

Sí, su carita nuevamente se apagó. Le había fallado, así me sentí. No era mi papel enfrentarme a sus padres legales. Estaba en una posición muy embarazosa, con el niño estaría unos minutos, no podía traspasar los límites de la escuela, además sus padres, por el contrario, tenían sobre él, el deber de crianza. Ellos sabían lo que hacían o al menos, pensaban que sabían. 

El niño por su parte, quería saber de dónde venía, a dónde iba, quién era, por qué su tez tenía un tono distinto a la de sus padres legales, por qué había nacido del corazón y no del vientre de su mamá. Tenía más preguntas que respuestas. Ya les había pedido a sus papás conocer a sus padres biológicos y ellos le habían negado ese derecho. El derecho a que se tome en cuenta su opinión no estaba siendo respetado. 

Conocer quiénes eran realmente sus padres hubiera sosegado su alma y, permitirme ayudarlo a eso junto con sus padres legales, de paso la mía. 

¡Qué injustas fueron las reformas a la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes publicadas el 3 de junio de 2019, en dónde el proceso de adopción se pasó a esta ley! Pensé, con la mirada abajo porque ya no pude seguir viendo el dolor del niño, ni tampoco pude esbozar palabra alguna. 

En uno de los artículos adicionados que es el 30 Bis 2, fracción IV, se desprende que está prohibido el “contacto de los padres biológicos que entregaron en adopción a una niña, un niño o un adolescente, con el adoptante, el adoptado o con cualquier persona involucrada en la adopción; con excepción de los casos en que los adoptantes sean familiares biológicos, de la familia extensa o cuando el adoptado desee conocer sus antecedentes familiares y sea mayor de edad. Niñas, niños y adolescentes que deseen conocer sus antecedentes familiares deberán contar con el consentimiento de los adoptantes, y siempre que ello atienda al interés superior de la niñez”. 

Tal vez lo que el legislador quiso, fue evitar más confusión en las y los niños adoptados, o quizá, prohibir que se quisieran ir con sus padres biológicos o que se sintieran rechazados por ellos, sin tener las herramientas necesarias para enfrentar esto. 

Por eso la ley proscribe que los y las niñas adoptadas vean a sus padres biológicos y de hacerlo será una vez cumplidos 18 años, dice la ley general. De lo contrario, si son personas menores de edad, deben tener la anuencia de sus padres adoptantes y se debe verificar si es en el interés superior del niño. La realidad es que este artículo anula el diverso derecho a emitir su opinión y a que ésta sea tomada en cuenta.  

Si un niño quiere saber quiénes son sus padres biológicos porque le atormenta no conocerlos, sin que esto signifique dejar de querer a sus padres legales y estar con ellos, deben preparar al niño para que los conozca y a todos los posibles escenarios en lugar de que crezca sin saber de dónde viene y cuál es su identidad. El desconocerla afecta su sano desarrollo, y este también es un derecho. 

El niño concluyó con dos preguntas más “¿qué puedo hacer? ¿quiero ir con un juez?” Guardé silencio, otra vez sentí que le fallé, no le pude ayudar. Estiré lo más que pude uno de mis brazos —con el otro me sostuve del suelo— para poder alcanzar y acariciar su rostro. El niño de los ojos negros y piel dorada, lo permitió. Él sabía que lo entendía y que no podía hacer algo, que estaba de su lado. 

Además, ¿qué sentido tenía decirle que sus papás pasaron por todo un proceso en el que se les dio un certificado de idoneidad para la adopción, que hubieron medidas de seguimiento periódicas cada 6 meses por tres años así como, reportes periódicos para verificar que él estuviera bien? Lo único que quería era saber por qué su físico no es igual al de sus padres legales, quién es el vientre que lo gestó y por qué se había desprendido de él. Son preguntas mínimas a las que cualquier persona tiene derecho a una respuesta. 

Aun cuando es un tema complejo y delicado, la ley debe cambiar, si los niños y niñas adoptadas quieren conocer a sus padres biológicos, debe prevalecer su decisión, ésta debe ser tomada en cuenta, pero los deben preparar mucho para que, llegado el momento, estén fuertes para recibir las palabras que sean.  

Llegó la segunda mano levantada, ahora era una niña. “¿Por qué mi papá no nos quiere ver ni a mi hermana ni a mí, no nos quiere?” Sentí otra vez que se iba parte de mí en esa pregunta. Esta vez, se la iba a contestar por más impotente que me sintiera. No podía abrazarlos ni llorar con ellos, pero sí podía, cuando el cuestionamiento lo permitiera, responder. Esta parte de la historia será tratada la próxima semana. 

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Noticias Recomendadas