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Opinión

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Buenas intenciones

Los economistas quieren mejorar el mundo. Siempre difunden sus análisis con consejos, recomendaciones y advertencias para algún destinatario.

Estoy leyendo un libro de Sylvia Nash, profesora en la Columbia Graduate School of Journalism, Gran pursuit: the story of economic genius. Mi conclusión prematura es: los economistas siempre han querido mejorar al mundo.

Esta idea es antigua. Por ejemplo, en 1988, Gabriel Zaid, quien no es economista, afirmó: La economía promete felicidad, pero eso decepciona. […] a los economistas se les reprochan sus predicciones fallidas y además el subdesarrollo, la inflación, el desempleo, la crisis, la mala distribución del ingreso, la miseria. Lo que se espera de los economistas es que estudien las realidades económicas y las modifiquen para bien .

Todos los días los economistas difunden sus análisis, donde es posible encontrar consejos, recomendaciones, advertencias para algún destinatario (gobiernos, inversionistas, etcétera).

Veamos algunos ejemplos recientes.

• Un informe de la OCDE (18 de noviembre) recomienda reformas urgentes para asegurar el crecimiento de largo plazo en la República Checa. Otra publicación (28 de octubre) sugiere que en América Latina se adopten nuevas políticas para mejorar la competitividad y la diversificación económica.

• Según la Secretaria Ejecutiva de la Cepal, las economías de América Latina y del Caribe han mostrado una significativa resistencia ante la crisis económica y su recuperación ha sido más rápida que la de otras regiones. Para consolidar esos logros y emprender acciones concretas, la región deberá fomentar nuevos modelos de gobernanza, mayor institucionalidad y políticas públicas capaces de movilizar a un amplio conjunto de actores .

• Dos economistas hicieron 14 recomendaciones para fortalecer los impuestos y mejorar la eficiencia del gasto público en México (N. Brandt y R. Paillacar, Fiscal reform for a stronger fairer and cleaner Mexican economy , OCDE Economics Department Working Papers, 14 de noviembre).

Es difícil lograr acuerdo entre los economistas acerca de los medios para lograr objetivos indiscutibles (crecimiento económico, disminución de la pobreza, etcétera). Pero aunque hubiera un acuerdo, no sería suficiente.

A propósito de un episodio de la historia de México, Leopoldo Solís, economista, concluyó: El enfoque de los funcionarios cuya opinión prevaleció era del todo miope y de corto plazo. Sus recomendaciones en materia de política cambiaria se caracterizaron por falta de conocimientos de la teoría económica, que en su versión más sencilla indicaba que se dejara operar el libre mercado en la determinación del valor del peso en términos de dólares. No obstante, no sólo eso no se consideró, sino que para enfrentar la crisis se adoptaron un sinnúmero de cambios en la política cambiaria que alarmaron a la población en lugar de generar confianza en la administración del país .

Y, por si fuera poco, el Presidente asumió una actitud moral ante un problema económico […] Se requería evaluar correctamente las causas y los efectos de las fuerzas económicas, el movimiento de las variables en operación y de ahí asumir una posición objetiva. Un planteamiento de carácter moral no es compatible con un fundamento de carácter analítico-económico. Y eso fue lo que pasó. Una medida desesperada por parte del Presidente al sentirse acorralado y sin saber bien a bien qué medida tomar que pudiera resolver el problema. Su ignorancia económica no le ayudó. Su confusión entre lo moral y lo económico lo condenó a tomar una decisión grave y equivocada .

fnunez@eleconomista.com.mx

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