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Un aullido en un súbito Manhattan
Esta lectura musicalizada se escuchó en Cartagena, Colombia, después reverberó?en Segovia, España, hoy es su segunda noche en la ciudad de México.
Hay una mesa de ping-pong. El ping-pong es por excelencia el deporte del encierro: se juega en escuelas, en cárceles y en hospitales. Dos juegan en la mesa; están en un hospital psiquiátrico. Es como un baile, un ritmo interno. Juegan un buen rato, ninguno es excelente pero la pelota va y regresa, va y regresa.
De repente, uno de los jugadores ya no regresa las pelotas, no importa con cuánta insistencia el otro quiera seguir con el partido. No importa, algo se ha roto.
Ha llegado el momento de la poesía. Aullido para Carl Solomon grita Diego Luna, uno de los jugadores. El otro es Jaime López. Cada uno se sienta a un extremo del escenario. Uno escribe a máquina, el otro toca la guitarra. El juego de ping-pong vuelve a empezar, ahora con palabras y con música.
La lectura dramatizada de Aullido de Allen Ginsberg, la máxima pieza lírica del movimiento Beatnik, es el cierre de un año especialmente interesante para todos los creativos involucrados. Sergio Zurita, el director, tuvo este 2012 su año más atareado en la escena; Jaime López, en menos de dos años, ha publicado tres discos (Mujer y ego, Aterrizaje forzoso en colaboración con Salev Setra y Placer o no ser, banda sonora del montaje del mismo nombre), y Diego Luna cumple con una carrera internacional cada vez más sólida.
Este Aullido primero se escuchó en Cartagena, Colombia, dentro de Hay Festival. Después reverberó en Segovia, España. Y esta noche la ha llegado el turno al DF, aunque no será éste su canto de cisne: les falta visitar la FIL de Guadalajara. Y lo que se acumule.
SENCILLA PERO MUY TEATRAL
La puesta en escena es muy sencilla, pero muy teatral. No es una seca lectura en atril. Diego, que representa a Allen Ginsberg, se mueve con libertad por el escenario. Jaime es Carl Solomon (pero también los demás poetas beat, el monstruo Moloch y el coro de la vida que pasa). El algún momento el clac, clac, clac de la máquina de escribir se hace uno con las notas de la guitarra.
Diego Luna, a pesar de que ya rebasa los 30 años y gusta de andar barbón, mantiene esa apariencia adolescente que permite imaginarlo perfectamente como el joven Ginsberg atacando la gran cumbre de su vida, este Aullido que tardó una década en completar.
Las canciones de Jaime López son como un culmen, un punto de quiebre en diferentes fragmentos del poema. Cuando Diego/Allen llega a aquella gran frase de Contemplando jazz , Jaime se arroja a aullarnos un jazz ( Aullar un jazz ). Cuando el poeta y toda su generación se despiertan en un súbito Manhattan , López la emprende con Súbito Manhattan .
La propuesta es preciosa; sin embargo, la lectura de Luna no es impecable. Debería bajar el ritmo a veces, debería sentir más el texto. Parece que vuela por las palabras sin apreciarlas. La verdad sea dicha: Allen Ginsberg leía también así su poema, sin pausas y como si no respirara hasta llegar a la última palabra. Sin duda Aullido es un texto emocionante, pero algo de la representación de la noche del miércoles pasado hace que no le llegue esa emoción a todo el público.
Aullido de Allen
- Ginsberg. Lectura dramatizada.?Teatro Helénico. Av. Revolución 1500, Guadalupe Inn
- Última presentación: miércoles 28 ?de noviembre, 8:30 pm
- Boletos: $160 a $350
concepcion.moreno@eleconomista.com