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Arte e Ideas

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Bon appetit, Lecter (I)

Hannibal Lecter regresa en una serie de televisión que rescata los aciertos y renueva las premisas.

La primera aparición de Hannibal Lecter, el psiquiatra caníbal creado por Thomas Harris, se da en 1981 en Dragón Rojo, discutiblemente la mejor novela de Harris. En ella, se adelanta la fórmula que consolidaría siete años después en El silencio de los inocentes. Will Graham, un agente del FBI capaz de ponerse en la mente de los psicópatas que persigue, recurre a la asesoría de Lecter, en prisión, para ayudarlo a capturar al elusivo asesino de familias conocido como el hada de los dientes.

En sus primeras dos apariciones, el rol de Lecter es de perverso asesor, capaz de dirigir primero a Graham, después a la novata Clarice Starling, hacia sus respectivas presas, no sin antes jugar un poco con sus mentes.

El foco de los dos primeros libros, sin embargo, no está en Lecter, sino en el caso que debe resolverse. El psiquiatra es un mal necesario, un monstruo que vemos casi de reojo y temblando.

La estructura de los dos libros es similar. Jack Crawford, veterano fundador de la unidad de análisis del comportamiento del FBI, saca en la primera a Graham del retiro. En el libro se alude que Lecter fue capturado años atrás por Graham, lo que casi le costó la vida. En la secuela, Crawford se vale de la entusiasta e ingenua estudiante del FBI, Starling, para cebar a Lecter y que éste los oriente para acercarse de alguna manera al asesino Buffalo Bill.

Después del éxito cinematográfico de El Silencio de los Inocentes de Jonathan Demme, y el retrato icónico de Lecter a cargo de Anthony Hopkins, Harris perdió el rumbo y nunca más pudo librarse de la sombra de su creación. Hasta entonces, había sido un autor de culto, recluido, que producía novelas muy espaciadas, llenas de estilo y particularmente inteligentes.

Harris había debutado con el thriller terrorista Domingo Negro, en 1975, sobre un atentado en un Super Bowl a través de un dirigible.

Inspirada por los atentados de la Olimpiada de Munich de 1972, la novela fue llevada al cine competentemente por John Frankenheimer en 1977.

Dragón Rojo fue adaptada por Michael Mann en la cinta de culto Manhunter de 1986. En ella, Graham es interpretado por un joven William Petersen, Jack Crawford por Dennis Farina y Lecter por Brian Cox. No obstante su impecable manufactura, la cinta no consiguió escapar de ser etiquetada como cine de género, serie B.

El éxito de El silencio de los inocentes, y su aceptación por parte de la Academia y la taquilla despertó el apetito de Hollywood, y posteriormente de la televisión estadounidense por los asesinos seriales, iniciando una moda que invadiría las estanterías de best sellers y las pantallas de todo el orbe.

Harris se tomó 11 años antes de Hannibal (1999), que se disparó entre los libros más vendidos en el mundo, y tenía, por primera vez, a Lecter como protagonista. El silencio de los inocentes concluía con la figura de Lecter perdiéndose en una multitud en alguna zona del trópico, un final abierto, terrorífico y eficaz. Harris retomaba lo que sucedía después, cuando Starling se viera obligada a cazar al dragón. El resultado fue por demás decepcionante. La otrora elegancia de Harris disminuida por uno de los problemas del género: subir la apuesta.

(Esperamos que este final abrupto para esta columna tenga alguna efectividad. Para la próxima semana no subiremos la apuesta, sólo continuaremos el análisis.)

@rgarciamainou

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