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A propósito de Mark Rothko
Se exhibe en el Teatro Helénico la obra de teatro "Rojo", del laureado dramaturgo estadounidense John Logan, que en 2010 conquistó al público y a la crítica.
Hace unas semanas que en la ciudad de México, en el Teatro Helénico para mayor precisión, se exhibe la obra de teatro Rojo, del laureado dramaturgo estadounidense John Logan, que en 2010 conquistó al público y a la crítica tanto en el West End de Londres como en Broadway, donde se llevo el premio Tony a mejor drama.
Rojo es una discusión de arte entre dos personajes. Uno, un celebrado pintor abstracto en la cumbre de su carrera, el otro un jovencito que se encarga de asistirlo mientras pinta las paredes de un restaurante de lujo, una comisión que le dará muchísimo dinero y fama. El título de la obra viene de la predilección del artista por el color rojo, y por lo acalorada que va poniéndose la discusión entre el viejo y su escudero.
¿Está el pintor vendiéndose al aceptar una comisión así? ¿Está prostituyendo su arte al volverlo simple decoración, mero lujo ambiental? ¿Pero no es también verdad que el arte no es puro e intocable? ¿No será que Rothko planeaba otra cosa, una especie de sabotaje ideológico, al pintar los muros del restaurante?
Rojo plantea varios de los problemas que el arte contemporáneo lleva discutiendo desde hace al menos 50 años y lo hace de manera punzante. Pero hablemos otro día de la obra de teatro, que merece su propio espacio y reseña. Esta vez prefiero que hablemos del protagonista de la obra, el pintor que "prostituyó" su arte cuando aceptó pintar las paredes del restaurante Four Seasons de Nueva York. Estoy hablando del pintor ruso-estadounidense Mark Rothko.
Mark Rothko, nacido en Rusia pero siempre considerado un pintor estadounidense, es uno de los grandes y más vitales personajes del arte del siglo XX. Cuando en 1958 recibe la comisión de pintar el restaurante, Rothko no necesitaba mayor fama. Desde principio de la década de los 50 Rothko se había convertido ya en indispensable de la escena artística mundial. Después de haber militado un tiempo en el movimiento surrealista, Rothko fue de los primeros en abrazar el abstraccionismo. Sus obras fueron bautizadas por la crítica como "multiformas" porque rechazando el arte figurativo creaban distintas formas según se les mirara.
Poco después Rothko comenzó a pintar obras monumentales, grandiosas. Era su manera de capturar el poderío de la naturaleza. "Son obras que simplemente no se pueden dominar", dijo alguna vez de sus murales.
Es difícil describir el arte de Rothko con palabras. Son obras que no apelan a la razón, sino a algo más profundo y atávico. Cuando uno está frente a una de sus obras por primera vez uno se siente intrigado, intimidado, como si un abismo nos regresara la mirada y nos ordenara que saltáramos.
Dicho sea de pasada: Rothko nunca terminó su comisión en el Four Seasons. Su verdadera intención era "pintar algo que hiciera vomitar a cualquier hijo de perra" que comiera en el restaurante. Después de un viaje a Europa, donde contempló arrobado los murales de Miguel Ángel, Rothko rechazó seguir con la obra. ¿Por qué? Hay que ver Rojo para tener algo parecido a una respuesta.