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La Revolución Económica de la Inteligencia Artificial

Juan Pablo de Botton | Columna Invitada
La Inteligencia Artificial (IA) ha dejado de ser una promesa futura para convertirse en una fuerza transformadora en el presente. Según el Informe de Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI) publicado el pasado 22 abril de 2025, la IA añadirá aproximadamente 0.5 puntos porcentuales al crecimiento del PIB mundial cada año hasta 2030. Esta revolución no solo redefine sectores productivos, sino que también está configurando nuevas dinámicas geopolíticas, sociales y ambientales. Como sucede con toda revolución tecnológica, los riesgos y las oportunidades conviven en un delicado equilibrio.
Las últimas proyecciones del FMI subrayan el vasto potencial de la IA como motor de crecimiento. Los avances en automatización, aprendizaje automático y tecnologías cognitivas están acelerando la productividad en sectores como logística, finanzas, salud y educación. La capacidad de la IA para automatizar decisiones complejas, optimizar la asignación de recursos y mejorar los análisis de datos promete generar eficiencias antes impensables.
Las industrias que integren la IA en sus operaciones podrían recibir retornos exponenciales, especialmente en aquellas economías que ya cuentan con una infraestructura digital sólida y ecosistemas de innovación maduros. Sin embargo, nada garantiza que esta revolución distribuirá estos retornos de productividad de manera equitativa.
Las economías avanzadas, especialmente aquellas que lideran en investigación e infraestructura de IA, parecen ser las mejor posicionadas para beneficiarse. Los países en vías de desarrollo corren el riesgo de quedarse atrás, ampliando aún más la brecha de riqueza y, por tanto, de desigualdad. Dentro de los países, los mercados laborales también podrían enfrentar cambios significativos. Las profesiones de alta especialización —como ingeniería en IA, ciberseguridad y ciencia de datos— se continuarán expandiendo, mientras que algunos empleos rutinarios serán más vulnerables a la automatización.
El surgimiento de “mercados laborales cognitivos”, donde el trabajo intelectual se vuelve modular y automatizable, puede ser un reto para los modelos tradicionales de empleo. La capacitación y educación son claves para aprovechar las posibilidades de la AI tanto para las empresas, gobiernos y personas. Uno de los riesgos de una mala gestión de estas nuevas posibilidades producto de la revolución económica de la IA podría generar potencialmente desigualdades tanto al interior como entre naciones. Adicionalmente a las promesas de crecimiento que ha expresado el FMI, la necesidad energética y por tanto impacto ambiental de la IA debe ser un tema prioritario en la discusión de política pública.
El FMI advierte que el auge de la computación relacionada con la IA podría agregar entre 1.3 y 1.7 gigatoneladas de emisiones de CO₂ para 2030 —equivalente a cinco años de emisiones energéticas actuales de Italia. La enorme demanda energética del entrenamiento y operación de modelos de IA plantea una paradoja: mientras la IA puede optimizar redes eléctricas, desarrollar nuevos materiales y acelerar tecnologías de descarbonización, también corre el riesgo de convertirse en una fuente importante de emisiones.
Las principales empresas tecnológicas ya están invirtiendo en soluciones, como hardware de IA más eficiente energéticamente, modelos de inferencia de bajo consumo y diseños de centros de datos sostenibles. Sin embargo, alinear el crecimiento de la IA con los objetivos climáticos seguirá siendo uno de los desafíos más importantes de la próxima década.
Más allá de los impactos económicos y ambientales, la IA se está convirtiendo rápidamente en un nuevo eje de competencia geopolítica. El control sobre la infraestructura de IA —semiconductores, conjuntos de datos y supercomputación— otorga ventajas no solo económicas, sino estratégicas. La carrera por la infraestructura de IA no considera solo competitividad: se trata de independencia económica y resiliencia a largo plazo.
La inteligencia artificial representa una de las transformaciones más profundas de la economía global desde la Revolución Industrial. El potencial de desbloquear nuevos niveles de prosperidad es importante, pero también existen riesgos de una mayor desigualdad e impactos en el medio ambiente.
Las proyecciones del FMI dan una muestra clara que el mundo se encuentra en un momento histórico. El liderazgo visionario, la agilidad en las políticas públicas y la innovación con sentido ético son esenciales para esta nueva etapa. La revolución económica impulsada por la IA ya está en marcha. El que eleve a la humanidad o profundice sus problemas dependerá de las decisiones que se tomen para orientarla en estos momentos definitorios.

