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México en el espejo de Venezuela

Opinión
La política en México gira en torno de las ocurrencias y designios de Donald Trump. Desde luego, también al interior de los Estados Unidos y en el resto del mundo los gobiernos se definen en función de su relación con el país más poderoso. Esta situación no es nueva, por supuesto, pero hay una notable diferencia de grado. El hombre naranja ha aumentado la presión sobre todo el Globo y este cambio ha reducido el espacio de los gobernantes para tomar decisiones independientes. Incluso países tan poderosos como China y Rusia toman precauciones ante los embates de Trump. Europa ni se diga. La política, el comercio y la seguridad se han alineado con respecto a los dictados de la Casa Blanca. El Viejo Continente no confía en su antiguo aliado, pero están sujetos a su poderío.
El caso de América Latina es especial. Durante décadas, ha estado sujeta a los embates, intervenciones y agresiones de los Estados Unidos. Golpes de Estado, sostenimiento de gobiernos títeres, bloqueos ilegales e intervenciones armadas dan cuenta de ello. Trump ha volteado a ver al resto de los países del Continente y ha llegado a la conclusión de que hay que revitalizar la Doctrina Monroe (que, dicho sea de paso, nunca ha estado muerta). La presión política sobre la región ha dado como resultado que votantes latinoamericanos elijan candidatos alineados con los deseos del magnate. Los votantes lo saben y creo que buena parte de ellos ha votado por estos nuevos gobernantes precisamente por ello. Chile, Argentina, Ecuador, Perú, Honduras, Bolivia y los que se acumulen verán no solamente gobiernos disciplinados a Washington, sino imitadores de sus políticas en varios rubros: recortes a programas sociales, identificación de migrantes como delincuentes, anulación de derechos a las mujeres y arrinconamiento y persecución a las comunidades LGBTIQ+. Ese es el legado que quiere dejar Trump en nuestra América.
Los ilusos pueden creer que el habitante de la Casa Blanca es el gran hermano que acabará con las dictaduras, pero tienen que ajustar sus anteojos y darse cuenta de la realidad. A Trump no le importa la democracia en América Latina, le interesa el dominio político y económico. Si estuviera preocupado por la democracia no habría expulsado a los migrantes cubanos, nicaragüenses y venezolanos que salieron huyendo de sus dictaduras para refugiarse en una nación que ahora los regresa al infierno. Cuba y Nicaragua no le interesan al señor naranja porque no tienen valor económico o estratégico. El Salvador es una dictadura con un dictador popular (por el momento), pero está alineado. Venezuela, en cambio, tiene una de las reservas petroleras más grandes del mundo. Si se presta atención a los discursos del magnate con relación a Maduro ni una sola vez ha mencionado su interés en la democracia en ese país.
En este contexto, podemos afirmar que Claudia Sheinbaum está en problemas y con ella todos los mexicanos y mexicanas, seamos opositores o no. Si no entendemos esto podemos creer que un día vendrán los marines a echar a la cárcel a los integrantes de la 4T y nos dirán: “es hora de que ustedes decidan su democracia”. Es momento de dejar de contarnos cuentos de hadas porque eso no sucederá. Los intereses de Trump hacia México están muy definidos: contener la migración y el tráfico de drogas hacia el norte, integrar nuestra economía de tal manera que resulte más beneficiado Estados Unidos y dejar de meterse a defender a gobiernos criticados por Washington, sean democráticos, como Colombia, o dictaduras abiertas. Si esto se cumple, entonces le tendrá sin cuidado que en nuestro país exista un gobierno que protege corruptelas y retrocesos democráticos.
Esta situación pone a Sheinbaum en una especie de cuerda floja. Por un lado, el peso de sus convicciones y compromisos heredados de Andrés Manuel López Obrador la hace abrazar las causas de los tiranos de Cuba y Venezuela, incluso ayudándolos económicamente. Pero lo cierto es que su defensa de Maduro también guarda otro interés: defender la no intervención militar en el país sudamericano es también tratar de alejar la posibilidad de que ocurra en México. Aunque su llamado no sea escuchado por Trump, al menos marcará una línea a favor del diálogo y esto puede ayudarla con sectores políticos y económicos de Estados Unidos y Europa.
Por el otro lado, debe hacer lo necesario para mantener estable y lo mejor posible su relación con la Casa Blanca. Esto exige que cuide sus acciones y palabras. Hay que reconocer que hasta ahora lo ha logrado y, a pesar del mal año que ha sido 2025, sabe que un error de cálculo puede afectar de manera importante el desarrollo del país y con esto desnudar los graves defectos de su cuarta transformación.
