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Opinión

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Esteban Huacuja y la arquitectura de la luz con “Ofrenda”

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Gabriela Gorab | Entre quimeras y palabras

Gabriela Gorab

El artista mexicano Esteban Huacuja llevó su exploración de la luz y el espacio al ámbito del arte sacro con Ofrenda, un vitral monumental instalado en la Parroquia de la Natividad de Nuestro Señor, en Nuevo León.

La obra, concebida como una custodia de luz que protege al templo, marca un punto de expansión en su práctica artística y espiritual. Más de 100 metros cuadrados de vitral transforman la arquitectura y la experiencia de quienes habitan el espacio. Para Huacuja, se trata de una pieza para compartirse, recorrerse y sentirse.

La intervención se ubica en la Parroquia de la Natividad de Nuestro Señor, un templo construido alrededor de 1979 y con una comunidad sólida y unida en Nuevo León. La invitación surgió a través del arquitecto Andrés Garza García, del despacho Cuarzo, colaborador habitual del artista, mientras Huacuja aún trabajaba en el proyecto del túnel de la Loma Larga.

El vitral —instalado en cuatro tragaluces de aproximadamente 12 metros de largo, dispuestos en forma de cruz— fue seleccionado mediante una licitación abierta a la comunidad, que votó por el diseño del artista entre varias propuestas, dando lugar a una intervención de más de 100 metros cuadrados.

Para Esteban Huacuja, este proyecto significó una expansión profunda de su práctica.

“Desde niño me fascinaba la idea del hombre universal del Renacimiento, esos creadores que abarcaban múltiples disciplinas”, comparte.

Su obra se ha caracterizado por intervenir la arquitectura desde una visión escultórica y lumínica, creando piezas que no solo se colocan en un espacio, sino que lo transforman radicalmente.

“Mis intervenciones monumentales sirven a la arquitectura para transformar el espacio”, afirma, una constante visible tanto en sus proyectos públicos como en los de carácter sacro.

El nombre de la obra, Ofrenda, llegó hasta el día de su inauguración. Desde el inicio, sin embargo, el concepto estaba claro: aprovechar una estructura existente en el techo del templo que evocaba una custodia, con cuatro tragaluces y un círculo central. A partir de ello, Huacuja y Garza García desarrollaron la idea de una “custodia gigantesca que proteja el templo”.

Durante la misa inaugural, encabezada por el Arzobispo Mons, Rogelio Cabrera López, se reforzó el sentido del proyecto al hablar del vínculo histórico entre arte y religión.

“Dios merece lo mejor. El arte sacro es eso: una ofrenda hacia Dios y su gloria”, compartió

La obra dialoga directamente con la luz natural y artificial, uno de los ejes centrales del trabajo del artista. Además de los vitrales, se instalaron luminarias exteriores para que la pieza permanezca visible por la noche. La paleta cromática se construye a partir de dorados, ocres y amarillos, con la intención de generar una luz cálida, casi como un rayo de sol filtrado, complementada con azules suaves y acentos rojizos y azul profundo para crear contraste.

“Quería dar esa sensación de abrigo y calidez”, explica Huacuja, en diálogo con el ónix y la arquitectura del templo.

Ofrenda se inscribe en la misma línea de otras obras monumentales del artista, como Nexarion, Quinteto de Stephan y 500 años de Tonatiuh: instalaciones a escala arquitectónica que se incrustan en la edificación y modifican de inmediato la percepción del entorno.

“No son piezas que solo se ven, sino que se habitan, se recorren e interactúas con ellas a través de la luz”, señala, consolidando una práctica donde la transparencia, la materialidad y la escala monumental son constantes.

En cuanto a la experiencia del espectador, Huacuja espera que la obra genere una pausa emocional y espiritual.

“Me gustaría que al levantar la vista el espacio se aquiete, que el vitral transmita espiritualidad, calma y una sensación de abrigo”, comenta.

La intención es que la luz acompañe el momento personal de cada visitante, ya sea de oración, reflexión o simple presencia, sin necesidad de explicaciones racionales.

Ofrenda confirma la coherencia de una trayectoria que entiende el arte como un acto de servicio al espacio y a la comunidad, y que reconoce la espiritualidad como un eje presente en sus distintas formas y manifestaciones terrenales. El paso de Esteban Huacuja de intervenciones urbanas monumentales a un templo revela una práctica madura que concibe la arquitectura como un cuerpo vivo y la luz como materia simbólica. En ese cruce entre lo público, lo espiritual y lo íntimo, su obra se consolida como un lenguaje que transforma, acoge y permanece.

IG: @estebanhuacuja

Gabriela Gorab

Licenciada en Artes por la Bond University, de Australia, cuenta con un programa de Emprendimiento por el MIT. Es socia de El Lion que Ruge Films, una compañía independiente de producción cinematográfica. Colabora y es consejera en diversos medios con temas relacionados al arte, la cultura y la innovación. Curadora y Co-Fundadora de Artists’ Container.

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