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Opinión

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Balance 2025

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Juan Carlos Baker | Pistas de Aterrizaje

Juan Carlos Baker

En eventos recientes en los que he participado, he recordado a la audiencia cómo el año comenzó con un pronóstico sombrío para México, sobre todo por el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. La economía global mostraba señales de peligro y las advertencias sobre una eventual recesión parecían inevitables. Aun así, y casi contra muchos pronósticos, creo que el país cierra el año en una mejor posición de la que se anticipaba: en parte por suerte, pero también porque se tomaron decisiones que, aunque discretas, llevaron al país en la dirección adecuada.

En primer lugar, México se mantuvo como el principal socio comercial de EU. A pesar de la retórica y de los aranceles —que sí se aplicaron a varios productos nacionales— los flujos de comercio continuaron dinámicos y las cadenas de valor siguieron funcionando. En un año en el que algunos anticipaban un “divorcio comercial”, lo que terminó ocurriendo fue justamente lo contrario, en parte porque la presidenta Claudia Sheinbaum construyó una buena relación con Trump, y en momentos difíciles, supo encontrar la manera de canalizar los instintos proteccionistas de Trump.

No deja de ser paradójico que esto haya sucedido al margen de episodios de tensión y de hostilidad provenientes de Washington. Para muestra, basta recordar el debate —recurrente durante buena parte del año— sobre si EU debería considerar una intervención militar en México. Todo esto parece confirmar que la realidad de la economía norteamericana es más fuerte que cualquier mensaje en redes sociales o exabrupto político. Las empresas estadounidenses necesitan a México para producir, abastecerse y competir. México, a su vez, necesita que esa integración siga funcionando por el impacto que tiene en empleos, exportaciones e inversión.

Pero quizá el avance más significativo en el ámbito del T-MEC fue el inicio formal del proceso de revisión hacia 2026, tema que en esta columna hemos comentado ampliamente. México, Canadá y EU abrieron un periodo para recibir comentarios públicos, y lo que llegó fue contundente: una abrumadora mayoría de actores económicos, sociales y académicos se pronunció a favor de la permanencia del acuerdo. El consenso fue bastante más amplio de lo que la retórica proteccionista de Washington sugiere y, aunque hubo voces que pidieron ajustes y cambios, nadie pidió abiertamente “matar” al Tratado.

Y aunque es una buena noticia contar con esos niveles de apoyo en EU, no debemos perder de vista que este ejercicio es apenas el punto de partida de la negociación más importante que México enfrentará en los próximos años. No nos engañemos: el 2026 será extremadamente complicado. No hay otra forma de describirlo. La revisión del T-MEC coincidirá con un entorno internacional convulso, con un EU polarizado —que además tendrá elecciones de medio término— y con un gobierno que ya está tomando acciones agresivas en materia comercial y de seguridad nacional, como lo muestran sus medidas recientes respecto a países como Venezuela.

Por ello, es alentador que en otros frentes comerciales México haya avanzado, incluso si fue de manera discreta: se aprobó el decreto para la adhesión del Reino Unido al CPTPP, un paso relevante para regularizar nuestra relación con ese país y para subrayar que México es un socio valioso dentro del bloque. También concluyó la negociación con la Unión Europea —un acuerdo que llevaba años atorado— y finalmente avanza hacia su modernización. Además, el país envió algunas señales positivas a socios latinoamericanos, sobre todo Brasil y Argentina, reabriendo conversaciones pendientes.

Pero si algo debe quedar claro al terminar este año, es que lo avanzado no garantiza el camino hacia adelante. Estar hoy en una posición razonablemente mejor de la que se anticipaba a inicios de 2025 no significa que podamos relajarnos. Al contrario: la estabilidad actual solo subraya que debemos prepararnos mucho mejor para lo que viene.

Para ello, hay varias líneas de acción inmediatas. Primero, hay hacer estrategia, no solo reaccionar. Necesitamos un diagnóstico claro de nuestras fortalezas y debilidades sector por sector y estado por estado. Debemos anticipar los temas que serán controversiales —reglas de origen, energía, temas laborales, comercio digital, relación con China, aranceles por motivos de seguridad nacional— y preparar respuestas y propuestas que permitan negociar desde una posición sólida.

Segundo, debemos alimentar nuestras alianzas. Las cámaras empresariales, los gobiernos estatales, los socios industriales en EU y Canadá, así como las asociaciones trilaterales, serán cruciales para construir un frente común que respalde la permanencia del T-MEC. Ningún país negocia solo; México no puede darse el lujo de llegar aislado a la mesa.

Tercero, y quizá lo más importante: no tomar decisiones internas que violen el acuerdo. Así de simple. Cada acción que contradiga las reglas del T-MEC debilita la posición de México en la revisión. En 2026, cualquier inconsistencia será munición para la contraparte.

Si queremos que México siga siendo un socio confiable, competitivo y estratégico en Norteamérica, es momento de tomarnos en serio la preparación. Lo que hagamos —y lo que dejemos de hacer— en los próximos meses definirá el tipo de país que seremos en la región durante las próximas dos décadas.

*El autor es profesor investigador de la Universidad Panamericana; previamente, colaboró por veinte años en el gobierno federal en temas de negociaciones comerciales internacionales.

X: @JCBakerMX

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Juan Carlos Baker

Juan Carlos Baker es académico de la Universidad Panamericana. Durante veinte años trabajó en la Secretaría de Economía, en la Subsecretaría de Negociaciones Comerciales Internacionales, de la que fue titular entre 2016 y 2018.

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