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Un problema de crecimiento
Se plantea de nueva cuenta la necesidad de los vales educativos, para que las familias eligieran la escuela ?de su agrado.
Los datos recientemente dados a conocer de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares revelan dos puntos que eran previsibles desde hace varios años. Uno es que sin crecimiento económico no es posible mejorar las condiciones de bienestar de los hogares; y dos, que por más que crezca el gasto público, aunque lo haga sólo el dedicado a combatir la pobreza, ésta no disminuirá. El crecimiento económico es condición necesaria para que haya más empleo y, en la medida que el crecimiento elevado se sostenga, hace posible que los salarios aumenten paulatinamente. En las últimas tres décadas el crecimiento promedio de la economía no ha llegado a 3%, aunque sí ha habido periodos de inflación que erosionan todo lo ganado por los salarios en años previos.
Desde la pasada administración, por lo menos, el crecimiento promedio de los salarios apenas ha rebasado 4% anual, pero si vemos cuánto han crecido los precios, en especial el denominado componente no subyacente de la inflación, que incluye los precios de los alimentos, se ha superado por mucho esta cifra. Considerando que las familias gastan la mayor proporción de su ingreso en alimentos, no debe resultar sorprendente que los más pobres y algunas familias de la clase media hayan empeorado. Cuando se toma en cuenta que la gran mayoría de las familias debe complementar con su ingreso la mala calidad de servicios educativos y de salud que recibe del gobierno, se completa la terrible historia que revela la mencionada encuesta.
Se ha repetido en innumerables ocasiones que el empleo formal ha estado aumentando en fechas recientes, aunque dicha información no se ha complementado con datos sobre los salarios medios de cotización, que son más reducidos o apenas han crecido; y si añadimos el efecto de la reforma fiscal sobre el ingreso de una parte de la población y la recomposición del gasto de otra inmensa mayoría, tenemos otra fuente de desigualdad generada por una política económica que no ha sido diseñada para mejorar las condiciones de bienestar de las mayorías.
El organismo encargado de medir la pobreza y evaluar la política social está a punto de dar a conocer sus resultados, aunque no debe sorprender que éstos sólo empeoren la situación que pone de manifiesto la encuesta de ingresos y gastos. Este organismo ha indicado que la inmensa mayoría de los programas no tiene ningún rendimiento positivo a favor de disminuir la desigualdad, lo que convierte a los recursos asignados para ellos en recursos desperdiciados. Los programas se duplican, y en el caso de algunos municipios hasta se triplican, sin que con ello podamos decir que los mexicanos viven mejor.
Se espera mucho de la reforma educativa, aunque algo que debe empezar a dar un resultado de inmediato es lograr que la calidad de la educación mejore. Con los acontecimientos recientes protagonizados por una sección de los disidentes y la respuesta de los gobernadores, autoridades y demás encargados de cumplir y hacer cumplir la ley, no se puede augurar que haya una respuesta positiva en el corto plazo. En contrapartida, si hiciéramos el ejercicio de pensar cuál sería el efecto de que tan solo la tasa de crecimiento de la economía aumentara, podríamos observar una salida lenta pero consistente de alumnos del sistema educativo público para ir a escuelas privadas, que garantizaran por lo menos una mayor calidad de los egresados. Esto plantea de nueva cuenta la necesidad de tener los vales educativos que el gobierno daría a las familias para que eligieran la escuela de su agrado.