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Un consejo para Morena

En definitiva, la parte más sólida de la vida partidista tiene que ver con la cohesión que se genera entre los adeptos que se identifican con el signo político. Ahí, el consenso y la convicción, generalmente son cemento y facilitador para contar con una militancia a prueba de cualquier división o fractura. En sentido contrario, cuando se rompe la confianza entre similares y se fraccionan los adeptos en subgrupos, ahí se encuentra la fórmula para los fracasos electorales; terreno común de lamentos y repartición de culpas.
Así, un aparentemente imbatible partido político como lo es Morena, el cual llega a una antesala de selección de candidatura presidencial, puede encontrar su debilitamiento hacia la jornada electoral solamente si en lo interno se gesta una guerra e intercambio por inconformidades. El único enemigo visible de dicho partido es el mismo partido si no se genera el convencimiento suficiente para levantarle la mano a aquel o aquella que será su abanderado en la elección presidencial del 2024.
Y aquí es donde radica lo esencial de tomar la experiencia ajena como ejemplo, y es propicio hacerlo con lo acontecido en otro partido con el que Morena comparte una gran cantidad de su genética política: el PRI. Es en el Revolucionario Institucional precisamente en donde mayormente se ha acentuado el divisionismo interno en los procesos de selección que, inevitablemente han culminado en derrotas en las urnas. Lo anterior, se hizo notorio en años como aquel 2006, donde en un primer vistazo, el tricolor aparecía con altas posibilidades de recuperar la presidencia que el PAN les arrebatara con Vicente Fox. Sin embargo, derivado de la inconformidad gestada desde la misma dirigencia del partido, se creó una disputa interna que concluye en una sonora derrota que se cocinó en sus propias entrañas. La simulación del apoyo de gobernadores y líderes sectoriales y de organizaciones, completaron el cuadro que, aunado a las circunstancias sociales del momento, formalizaron el rechazo electoral para tal partido en las urnas.
Pero el ejemplo se extiende a una enorme mayoría de procesos municipales y estatales. La simulada y multi evocada unidad, ha sido un parapeto invisible de los partidos, para saldar la foto obligada en donde en apariencia todo marcha sin contratiempos. La realidad, siempre ha apuntado a que, los inconformes, se vuelven enemigos silenciosos que desde la tripa procuran el mal del compañero de causa política.
Ahí, donde el terreno es en demasía pedregoso, las válvulas de contención tienen un solo dueño y estará a prueba su capacidad de mando, aún en ese filo del final de un sexenio. Ante una oposición borrosa y sin empaque, López Obrador tendrá la oportunidad histórica de prácticamente ganar una elección presidencial al momento de elegir candidato. Ya lograron un Consejo exitoso, ahora, si el método es transparente y la operación política interna es impecable, estará en una ruta donde difícilmente lo podrán descarrilar. ¿Lo tendrán claro sus opositores?
Twitter: @gdeloya

