Semarnat, retirada táctica o disolución

Dos secretarías de Estado se singularizan por evanescentes. Parecieran engranes dislocados y en atasco dentro de una maquinaria que avanza en crepitación estruendosa. Semarnat y Sagarpa [P1] se alejan del fragor sin presentar batalla. Poco se sabe de ellas; esperaríamos creatividad, reflejos, liderazgo y entusiasmo en sus ámbitos de responsabilidad. Puede entenderse (más, en esta turbulenta encrucijada de reformas) que no se consideren prioritarias y que, por tanto, no reciban una atención deferente - no se puede todo al mismo tiempo-. Sin embargo, dentro de la necesaria disciplina de gabinete, tienen un gran margen de maniobra [P2] para enriquecer y diversificar el debate nacional en temas estratégicos, y de establecer compromisos asequibles legitimando así al gobierno ante importantes audiencias nacionales y globales. Pero han optado por no hacerlo. Hablemos ahora de Semarnat.

Aunque el Plan Nacional de Desarrollo y lo ocurrido el 5 de junio encendieron alertas, la marginalidad de la Semarnat es intrigante, en el momento en que el país acomete dos reformas estructurales de gran calado, en las cuales la dimensión ambiental es piedra angular. Una es la reforma energética, otra es la reforma urbana. No hemos escuchado a la Semarnat argumentar sobre energía y política climática, calidad del aire, y gestión de recursos naturales; tampoco sobre regulación ambiental (factor clave) en la explotación de hidrocarburos de esquistos y en aguas profundas. Es algo verdaderamente extraño. En la reforma urbana que trata de llevar a cabo la Sedatu, el silencio de la Semarnat es difícil de entender: en las ciudades de México se dirime en buena medida la sustentabilidad del país en su conjunto. Sorprende más el mutismo de la Semarnat con respecto a los grandes asuntos ambientales nacionales, que han sido virtualmente barridos debajo de la alfombra.

Esperaríamos iniciativas serias en materia de conservación, biodiversidad y áreas naturales protegidas, al igual que en mares y costas. También, sobre una política de sustentabilidad para el sector minero y con respecto a la energía eólica, vitales actualmente para la economía nacional, o bien, sobre la valorización, reciclaje y aprovechamiento de residuos. Lo mismo esperaríamos en restauración de cuencas hidrográficas y ecosistemas acuáticos o sobre la sustentabilidad o viabilidad ambiental de los grandes proyectos de infraestructura que México demanda. También, algo en relación con la agenda bilateral ambiental con Estados Unidos, Guatemala y Belice, o sobre la imperiosa necesidad de un cuerpo de Policía Federal especializado en vigilancia de recursos naturales.

La atonía puede deberse a la extinción de los ecologistas como presión de política ambiental, antes generadora de respuestas. Hoy se encapsulan en agendas localistas o en la corrección política o han sido neutralizados por compromisos contractuales. También podría explicarse por una retirada táctica de la Semarnat de la escena nacional, en aras de algún proyecto o prioridad política de orden superior. O bien, porque prepara una gran obertura con el Programa Sectorial de Medio Ambiente y Recursos Naturales 2013-2018. [P3] O tal vez, la Semarnat cree que, al dejar hacer y dejar pasar, contribuye a acelerar el desarrollo económico (si es así, se equivoca; es una visión anacrónica y logra todo lo contrario).

Otra posibilidad es que exista un desfonde estructural; que la Semarnat haya perdido razón de ser ante una realidad transversal en la agenda de sustentabilidad, donde destacan la Sedatu, la Sener, la SRE, Turismo, gobiernos locales, y CNA. Aunque le quedan sus órganos desconcentrados que realmente atienden la agenda ambiental del país (Conanp, Profepa INECC, Conabio, Conafor), para ellos puede significar un lastre. La CNA es descentralizada y propiamente autónoma. [P4] Lo único relevante que permanece en la Semarnat en este escenario es la Evaluación de Impacto Ambiental. Si es así, podría transferir a otras dependencias sus desconcentrados y tareas sustantivas, y disolverse serenamente... sin pena.

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