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Opinión

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Plan B

Si Trump ganara sería indispensable reducir los costos de transacción que imperan en los diferentes mercados.

Ante un eventual triunfo de Trump en las elecciones que se llevarán a cabo mañana en Estados Unidos se ha hablado en México sobre la necesidad de tener preparado un Plan B . Sabemos los mexicanos que una parte central en la campaña electoral del señor con pelos de mazorca y piel color zanahoria ha sido su posición vis a vis México: la amenazas de renegociar el tratado de libre comercio (misma posición de Clinton) y en el extremo abrogarlo, la imposición de altas tarifas arancelarias a las exportaciones mexicanas, la confiscación de las remesas, la construcción de un muro fronterizo y la deportación de millones de individuos. Toda una locura pues, pero que materializarse afectaría gravemente a la economía mexicana. Agustín Carstens lo definió como un huracán categoría 5.

Como hemos observado, particularmente a partir de las convenciones republicana y demócrata, el tipo de cambio entre el peso y el dólar ha reaccionado, de forma muy volátil, a las probabilidades percibidas de que gane uno u otro de los candidatos. Así, cuando Trump ha repuntado en las encuestas, el tipo de cambio se ha depreciado, mientras que cuando aumentan las probabilidades de un triunfo de Clinton, este se aprecia. Una verdadera montaña rusa.

A la hora de escribir este artículo, las diferentes encuestas ponían a Clinton alrededor de cuatro puntos arriba de Trump y con una alta probabilidad de obtener al menos los 270 votos requeridos en el Colegio Electoral para ser nombrada la próxima presidente de Estados Unidos, pero una victoria de Trump no está descartada. Si esto último sucediera, ¿que podrían hacer las autoridades económicas de México, el llamado Plan B ? Apunto cuatro elementos que componen la política económica.

Primero, desde el punto de vista de las finanzas públicas, habría que acelerar la consolidación fiscal, asegurándose de lograr un superávit primario cercano a 1% del PIB. Para ello, habría que hacer un ajuste mayor al gasto público, recortando principalmente el gasto corriente en programas que son un derroche y desperdicio de recursos. Es indispensable un gasto público más eficiente y eficaz en los tres niveles de gobierno y actuar simultáneamente por el lado de los ingresos tributarios ampliando la base gravable.

Segundo, por lo que respecta a la política monetaria, se podría considerar un aumento en la tasa de interés de fondeo a un día de hasta 100 puntos base (más aún si la Reserva Federal decide incrementar su tasa en diciembre). Utilizar las reservas internacionales e intervenir en el mercado cambiario no tiene sentido; como atinadamente lo señaló el Secretario Meade, sería como aventar gotas de agua al océano.

Tercero, en materia de comercio internacional, sería indispensable y urgente, una desgravacion arancelaria para las importaciones que provienen de aquellos países con los cuales no se tiene un tratado de libre comercio (aproximadamente 10% del total de importaciones) y que le restan competitividad a la economía mexicana.

Cuarto, sería indispensable reducir los costos de transacción que imperan en los diferentes mercados. Altas barreras regulatorias de entrada, además de ser una causa de corrupción, efectivamente inhiben el crecimiento de la inversión tanto nacional como extranjera e impiden un mayor crecimiento de la productividad, de los salarios y, en consecuencia, del mercado interno.

Como puede apreciarse, con excepción de la política monetaria que sería reactiva ante un eventual triunfo de Trump, las otras tres políticas económicas del Plan B deberían ser parte del Plan A para lograr una economía más sólida que derivará en mayores tasas de crecimiento. A ver para cuando.

ikatz@eleconomista.com.mx

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