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Omisión fatal
Las razones de las políticas económicas y de la política deben encaminarse a la elevación de los niveles de vida y, de ser posible, de las calidades de vida.
En 1953, cuando conseguí mi primera chamba, Jean Fourastié, economista, publicó La civilisation de 1975, ejercicio adivinatorio de frecuente hechura por futurólogos y similares. Lo hizo en la colección Que sais-je?, iniciada en 1941 por Presses Universitaires de Francia, que a la fecha ha editado casi 4,000 títulos.
Las naciones no europeas, concluye Fourastié, registran evolución acelerada, aumento casi exponencial de los elementos que distinguen al desarrollo. Menciona a Nueva Zelanda, Australia, Canadá, Sudáfrica, Estados Unidos, Suecia, Argentina, Brasil y pone un etcétera, que es lo que caracteriza a los autores que gustan de dejar al lector en Babia o que ellos mismos lo están. Los países del viejo continente forman la otra parte del mundo, estancados, arruinados y desorientados por la guerra.
Ahora dan risa las fallas de don Jean: no previó la recuperación europea, ni el rezago de Argentina y Brasil, ni el adelanto de economías orientales. Además, friolera, le pasaron de noche Rusia, China e India.
La razón de ser de las políticas económicas y de la política en general, en cualquier parte del globo y según peculiaridades culturales, debe ser la elevación de los niveles de vida y, de ser posible, de las calidades de vida. Una sociedad madura es aquella que se ha planteado objetivos a largo plazo y logrado crear un armazón institucional inviolable, indestructible y esencialmente el mismo, a pesar de eventuales y transitorios obradorazos, trumpetazos o madurazos. Trágica omisión la de los gobiernos y la gente responsable de México de no haber definido qué queremos ser y los medios para lograrlo. De planes sexenales demagógicos estamos hasta el copete. Nuestro actuar es con base en improvisación, sobre las rodillas, a trompa y talega, y sobre todo a partir de la conservación o conquista del poder, fuente de todas las corrupciones. Que hemos progresado, nadie lo duda. Como Nigeria y muchos más. ¿Pero en beneficio de quiénes? ¿De cuántos? Ni siquiera la conciencia de ser coleros impulsa para salir del hoyo. Bueno sería responder las siguientes preguntas, entre 1,000 que pueden formularse a encuestógrafos y estadígrafos: ¿cuántos compatriotas, en toda su vida, no verán 5,000 pesos juntos? No tendrán en su mesa un trozo de carne de 300 gramos como los que sirven los restoranes argentinos, ni podrán comprarse unos zapatos nuevos ni pan calientito, recién horneado.
Envidio el bienestar alcanzado para la mayoría de los cubanos.