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Opinión

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La saga de Raymond Chandler

Puede que hasta él mismo se confundiera con Dashiell Hammett.

Sus críticos -los lejanos, los cómodos y los que primero analizan y luego leen- afirman, de hecho, que en algún momento ­Raymond Chandler intentó imitar al autor de El halcón maltés.

Y es que a Chandler, nacido en Chicago en 1888, siempre le interesó escribir, el suspenso, el relato policiaco y, finalmente, la novela negra.

Admirador de Hammett muy pronto se dio cuenta que tenían estilos diferentes. Si bien Hammett era seco, casi impresionista y muy exitoso, Chandler manejó magistralmente la ironía y el cinismo. No fue un escritor rápido, y su estilo era tan cuidado y puntilloso, que elaboró de manera grandiosa los característicos rasgos de ingenio cáustico en sus personajes. Un estilo que -afirman muchos- le dio a la novela negra una dignidad literaria desconocida hasta entonces.

Fue hasta los 45 años cuando se dedicó por entero a la literatura. No fue un escritor rápido, y su estilo tan cuidado y laborioso, logró los rasgos de ingenio cáustico que otorgó a la novela negra una dignidad literaria desconocida hasta entonces.

Fue hasta que cumplió 51 años, apenas ocho antes de morir, cuando apareció su primera novela El sueño eterno. En ella, las descripciones y párrafos eran provocativos:

Eran aproximadamente las once de la mañana de un mediados de octubre sin sol y con una copiosa lluvia en la claridad al pie de las sierras. Llevaba yo mi traje azul pólvora, camisa azul oscura, corbata y un pañuelo desplegado, zapatos gruesos y negros, medias negras de lana, con cuadrados azul oscuro. Estaba yo pulcro, limpio, afeitado y sobrio y me importaba muy poco quien lo supiera.

Era en todo el detective privado tal cual debe ser. Iba a pedir cuatro millones de dólares .

Después siguieron otros libros, sagas de Marlowe: El sueño eterno, La dama del lago y Adiós muñeca. Sin embargo, se considera que su mejor novela es El largo adiós donde Marlowe descubre que una falsa muerte oculta en realidad un cambio de identidad. Todo fuera como eso. Nada que ver con la metáfora de la muerte de Chandler que ocurrió hace 50 años justo un día como hoy.

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