Buscar
Opinión

Lectura 3:00 min

Espectaculares

La Ciudad de México y las comunidades rurales ?siguen padeciendo la contaminación visual.

Los defensores de la publicidad exterior, quienes la ofertan y venden, industria que proporciona un servicio, gremio variopinto y poderoso arguyen que el giro es tan antiguo como la humanidad. Stonehenge, alegan, no era más que anuncios mudos para ser mirados por los viandantes neolíticos británicos, algo similar sostienen de las pinturas de las cuevas de Altamira y Lascaux, de las estelas esculpidas por nuestros antepasados mayas; aseguran que las bellas figurillas de la isla de Jaina, en Campeche, eran espectaculares minúsculos.

Hay una ley que regula esta actividad en el Distrito Federal, hoy la flamante Ciudad de México; sus siglas, CDMX, se contemplan en todas partes: también son espectaculares. Y si existe una ley es para violarla y para entrar en componendas con la autoridad: suspensión de actividades , clausurado . Y para que los anunciadores se organicen, se valgan de bufetes de abogados, se amparen y den mordidas grandes o pequeñas, según el sapo es la pedrada. Con frecuencia hay fuente de ingresos ilegales para los actores involucrados, privados y oficiales. Ingresos para los que alquilan su patio para que se instale un poste gigantesco o su azotea para que soporte milagrosamente una maraña de fierros. Negocio, grupos de poder, corrupción.

Nadie duda de que esta publicidad aumenta las ventas de los que la consumen. No sería así si los espectadores fueran como yo, que no hago caso de los carteles: no voy a comprar un sándwich a Vips, ni medias o zapatos a la mismísima Andrea, ni voy a prepararme mis Benedictine con huevos Bachoco sino de rancho, ni adquiriría Cat Chow aunque tuviera gato, ni voy a beber una Tecate porque a ningún precio lo haré mientras viva.

Espectacular, espectáculo, mirar, contemplar. Espejo, palabra que es un pariente muy cercano: en un espejo vemos retratada nuestra ciudad, de suyo fea salvo donde viven y transitan ricos, diplomáticos y políticos, fealdad agravada por los espectaculares que, además, si caen, son un peligro chino para gente, coches y construcciones.

¿A que no ven espectaculares en San Miguel Allende, Valle de Bravo, Taxco, Zacatlán de las Manzanas o Álamos? Contaminación visual y también rural se padece por ejemplo en la autopista México-Cuernavaca, donde admiramos, entre otros adefesios, el omnipresente toro del Osborne.

Pero estemos tranquilos: dicha contaminación ya está prevista y combatida en la ley antes aludida.

paveleyra@eleconomista.com.mx

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí
tracking reference image

Noticias Recomendadas

Suscríbete