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Opinión

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Comunicar estadísticas o informar a los usuarios

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El 28 de agosto en su comunicado de prensa, 487/23 el Inegi anunció las cifras definitivas de los registros de las defunciones fetales de 2022 y en él muestra dos gráficas con la tendencia de defunciones fetales por 100,000 habitantes y por 100,000 mujeres en edad fértil de 2013 a 2022. En ambas gráficas se observa un incremento en la tasa de mortalidad que Inegi atribuye a una mejor captación de registros de los certificados de defunción fetal de la Secretaría de Salud que se suman al procedimiento “tradicional de captación” de las defunciones fetales en los registros civiles. En ambas gráficas que se deberían de titular Razón de Defunciones Fetales, Inegi mezcla dos fuentes para obtener sus denominadores. Combina las proyecciones de CONAPO desactualizadas de 2016-2050 y una proyección de población que la propia institución realiza con base al marco de muestreo de viviendas. Desafortunadamente, cuesta trabajo aceptar la variación de la “tasa” pues la discontinuidad del denominador puede traer un efecto artificial en la tendencia.

No obstante, el 29 de agosto, al menos cuatro periódicos de circulación nacional tomaron, tal cual, el comunicado de prensa del Inegi y publicaron en el encabezado de sus respectivas notas “… las muertes fetales aumentaron de 2021 a 2022, 8.8% en el país…”. Al leer tanto el comunicado, como las notas periodísticas, nos parece importante distinguir dos aspectos. Una cosa es comunicar estadísticas basadas en registros administrativos mediante gráficas y cuadros; y otra muy diferente, es la función de informar a los diferentes usuarios sobre el contenido de dichas estadísticas. En primer lugar, si la tendencia se refiere a registros administrativos (ya sean recopilados en las oficialías del Registro Civil o derivados de los formatos electrónicos de la SSA)- actividades no esenciales durante de la pandemia de Covid-19- es de esperarse, que una vez superada la crisis de la emergencia, se incremente la actividad administrativa pero no necesariamente el hecho vital. En segundo lugar, antes de mencionar si hay cambios en las tendencias, habría que consultar la definición de muerte fetal promovida por la Organización Mundial de la Salud, a través de la Clasificación Internacional de Enfermedades en su décima revisión (CIE-10), así como ajustar las definiciones para la presentación de estadísticas de muertes fetales.

La CIE-10 define a la muerte fetal como (…) la muerte de un producto de la concepción, antes de su expulsión o su extracción completa del cuerpo de su madre, independientemente de la duración del embarazo; la muerte está indicada por el hecho de que después de la separación, el feto no respira ni da ninguna otra señal de vida, como latidos del corazón, pulsaciones del cordón umbilical o movimientos efectivos de los músculos de contracción voluntaria (…) Sin embargo, considera que para fines estadísticos es importante acotar la edad gestacional y el peso del feto que murió dentro del útero materno. Por lo mismo, recomienda que solo se incluyan en los reportes estadísticos las muertes fetales de 22 semanas de gestación en adelante o de más de 500 gramos de peso.

Es importante mencionar que tanto la guía de práctica clínica del IMSS 567-12, como el manual de llenado del certificado de defunción y del certificado de muerte fetal publicado por la Secretaría de Salud (SSA) en 2022 reconocen que la muerte fetal es aquella que sucede de la semana 22 de la gestación en adelante, con la salvedad de que el manual de la SSA menciona que (…) es posible certificar productos de 21 semanas o menos, si los padres requieren los restos para darles destino final.

Si ese fuese el caso, la gráfica que hubiera sido deseable observar se presenta a continuación.

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En color azul son las cifras que Inegi reporta y en naranja lo que debiera reportar según la definición de la OMS. En la gráfica se observa que de 1990 a 2018 el número de muertes fetales registradas y reportadas por el Inegi disminuyó de 29,519 a 21,195 para incrementar a 25,041 en 2022. Es decir, en 29 años bajó 28.2%, el número absoluto, pero en los últimos cinco años de la serie aumentó 18.1%. Lo que más llama la atención de la gráfica es que si se emplea la definición estadística (solo incluir desde las 22 semanas de gestación) la diferencia absoluta entre lo reportado y lo que se debiera presentar, en la década de los 90 era de 4,312 defunciones fetales en promedio, y en 2022 la diferencia asciende a 10,053 muertes. En otras palabras, 67.1% de las muertes fetales reportadas en 2022 no caben en la definición estadística de la OMS, SSA e IMSS. Si se analiza la tendencia de color naranja, las muertes fetales presentan una caída de 47% entre 1990 y 2018 y un incremento de 10.1% de 2018 a 2022. Sin embargo, a diferencia del incremento de 8.8% de los encabezados de las notas periodísticas, la diferencia entre 2021 y 2022 fue de 310 defunciones fetales registradas, lo que representa un incremento de 2.1%, que bien puede estar reflejando un mejor desempeño de los registros administrativos.

Pero más allá de señalar las inconsistencias de los fríos números de las estadísticas “perder a un hijo o hija durante el embarazo o el parto es una tragedia devastadora para cualquier familia del mundo y con demasiada frecuencia suele sufrirse en silencio”. Esta tragedia va mucho más allá de la pérdida de vidas. Los costos psicológicos, como la depresión materna, son profundos, sin mencionar las consecuencias financieras para los padres y las repercusiones económicas a largo plazo para la sociedad. Los impactos en las familias –y muy especialmente en las mujeres– son graves y duraderos, el estigma y el tabú ocultan las dificultades por las que ellas atraviesan después de la extracción de un bebé que fallecido en el útero. A todas luces, las muertes fetales siguen siendo una cuestión desatendida, pues no aparecen visibles en las políticas públicas. 

¿Por qué estamos perdiendo tantos bebés antes de que respiren por primera vez? ¿Por qué se estancó el avance en la reducción de la tasa de muertes fetales tardías (28 semanas de gestación y más)? En primer lugar, hay que probar que no sea un estancamiento artificial debido a mejoras en la captación de los registros, pero también hay que descartar problemas de la calidad de la atención durante el embarazo y el parto, la falta de inversión en intervenciones preventivas y personal sanitario; además, de un necesario reconocimiento de que las muertes fetales son una carga para las familias. La tragedia de las muertes fetales no debe pasar desapercibida, exige atención urgente. Para prevenir la muerte fetal, necesitamos realizar muchas acciones, pero una de ellas es proporcionar mejores datos y evidencias. 

*El autor es Profesor Titular del Dpto. de Salud Pública, Fac de Medicina, UNAM y Profesor Emérito del Dpto. de Ciencias de la Medición de la Salud, Universidad de Washington. Las opiniones vertidas en este artículo no representan la posición de las instituciones en donde trabaja el autor.

Contacto:

rlozano@uw.edu

rlozano@facmed.unam.mx

@DrRafaelLozano

 

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