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Opinión

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Cadena de valor de una red celular

El despliegue y expansión de las tecnologías de banda ancha móvil en América Latina es una de las prioridades de los distintos gobiernos de la región. No obstante, cuando se habla de banda ancha móvil, muy pocas veces este servicio se relaciona con algo distinto a acceder a Internet de alta velocidad por medio de un celular.

Es por esta razón que los despliegues de HSPA+ o LTE deben dejar de verse como la llegada de nuevas tuberías inalámbricas que viabilizan la comunicación. Hace varios años que el celular ha dejado de ser un simple dispositivo que sirve para comunicar a las personas para ir posicionándose como una llave para acceder a oportunidades para el desarrollo personal o profesional.

Los gobiernos regionales deben incluir en sus planes de conectividad iniciativas educativas orientadas a divulgar los diferentes servicios a los que una persona puede acceder por medio de banda ancha y facilitar la llegada de una mayor cantidad de dispositivos HSPA+ y LTE en sus mercados, pues son las redes inalámbricas de estas tecnologías las que toman protagonismo al momento de conectar a localidades rurales de América Latina.

La brecha digital ya no es un tema sencillo que define a quienes tienen acceso a Internet y a quienes no. En la actualidad, la brecha digital clasifica de distintas maneras a los usuarios de Internet, ya sea por las velocidades que reciben o por las aplicaciones que utilizan. Es por esta razón que es sumamente importante la incorporación de programas educativos sobre el uso y beneficio de las TIC cada vez que el gobierno reparte dispositivos o viabiliza el acceso en centros comunitarios. De poco sirve tener acceso a Internet si el uso se limita a perfiles en redes sociales y correo electrónico.

En la actualidad nos encontramos en la fase inicial de adopción de los servicios de banda ancha móvil, pues según cifras de Ovum, existen cerca de 250 millones de conexiones de estas tecnologías. Pero la adopción de la banda ancha móvil se acelerará en los próximos años hasta alcanzar las 750 millones de líneas para el 2019.

Claro que este crecimiento sólo será posible si a través de la región se cumplen varios supuestos: incremento en la asignación de espectro radioeléctrico para la oferta de servicios móviles, simplificación de los procesos de solicitud de autorización para el despliegue de infraestructura, facilidades en la importación de equipos para la construcción de las redes, medidas que impulsen el crecimiento en la penetración de teléfonos inteligentes y suficiente oferta de servicios de backhaul de alta capacidad.

La presente situación de América Latina en todos estos temas no es saludable. Esto lo que nos muestra es que existe una gran oportunidad de mejorar en muchos aspectos, siendo el más básico la asignación de mayor cantidad de espectro. Sin este ingrediente, los obstáculos para el despliegue de nuevas tecnologías que permiten mayores velocidades de conexión a Internet son mayores.

También hay que considerar otros aspectos de la cadena de valor de una red de banda ancha móvil: cada antena tiene que ir acompañada de enlaces que puedan manejar los altos niveles de tráfico que se espera que cursen estas tecnologías. En otras palabras, en lugar de conexiones de baja velocidad como T1/E1 durante las primeras generaciones del móvil una conexión HSPA+ o LTE, precise preferiblemente un enlace de fibra óptica para conectarse a la red nacional de telecomunicaciones del país.

La pregunta obligatoria es: ¿cuántos de los requisitos de la cadena de valor de la banda ancha móvil están cumpliendo los gobiernos para viabilizar la adopción de este servicio?

José F. Otero es director de América Latina de 4G Américas.

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