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Opinión

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2017

El próximo año será complicado. Tome las necesarias providencias.

Como sabemos, durante las últimas tres décadas y media la economía mexicana ha tenido un desempeño mediocre, con tasa promedio de crecimiento de apenas 2% (lo que implica un PIB por habitante que prácticamente no ha crecido), con altos índices de pobreza y una notoriamente inequitativa distribución de la riqueza y del ingreso. Nos hemos enfrentado a un entorno global de bajo crecimiento económico después de la gran recesión del 2009, con la economía estadounidense creciendo a bajas tasas, las europeas prácticamente estancadas y China e India con tasas de crecimiento cada vez menores. Un escenario realmente difícil al cual, ahora, hay que agregar el efecto Trump y su posible impacto sobre la economía mexicana. Cuatro aspectos destacan.

Primero, la depreciación desde hace año y medio del tipo de cambio derivado de la debilidad estructural de las finanzas públicas y en los últimos 10 días por el triunfo de Trump en las elecciones presidenciales, empiezan a tener un impacto sobre la tasa de inflación. De ahí que el Banco de México haya tomado la decisión de incrementar la tasa de fondeo a un día a lo largo de estos meses para situarla ahora en 5.25% y con la expectativa de que en el próximo mes pueda haber otro incremento de entre 25 y 50 puntos base (dependiendo de la evolución de la inflación y la decisión que tome la Reserva Federal de Estados Unidos). Una política monetaria relativamente restrictiva que reducirá en el margen el crecimiento económico para el próximo año.

Segundo, el impacto Trump sobre la inversión extranjera directa. A raíz del TLCAN y sus efectos, los sectores manufactureros de México, Estados Unidos y Canadá están, en muchos sectores, altamente integrados. Ya no es un asunto de comercio sino uno de cadenas de producción tripartidas de generación de valor agregado. La amenaza de renegociar el Tratado, sin saber que es lo que Trump quiere renegociar, o peor aun abandonar por parte de Estados Unidos el Tratado, introduce un elemento de alta incertidumbre que con certeza disminuirán los flujos de inversión extranjera directa hacia México, (prácticamente a cero) con un efecto negativo y muy significativo sobre el crecimiento, además de la retracción de la inversión nacional ligada al comercio internacional.

Tercero, ligado a lo anterior, si Estados Unidos decide abandonar el Tratado, además de la pérdida de más de seis millones de empleos en ese país directamente relacionados con el comercio con México, dado que el 80% de nuestras exportaciones tienen como destino el mercado estadounidense, sería un golpe brutal a la economía mexicana, lo cual generaría presiones recesivas en México.

Cuarto, el asunto de las remesas, las cuales son la tercera fuente de entrada de divisas a la economía y una fuente de ingresos muy importante, crucial, para muchas de las familias más pobres del país. De que Trump las grave, o peor aun las incaute, implicaría un tremendo golpe al ingreso familiar y al consumo interno. Otro elemento adicional que reforzaría las presiones recesivas sobre la economía.

Obviamente el futuro es imposible de predecir, pero todo apunta, por los factores arriba señalados, a que el próximo año la tasa de crecimiento se situará muy por debajo de 2%, quizás más cercano a 1%, sino es que menos.

Ante este escenario adverso, ¿qué tiene que hacer el gobierno? Primero, una estrategia inteligente de negociación con Trump. Segundo, eliminar barreras regulatorias de entrada y saludad de los mercados y acabar con prácticas anticompetitivas. Tercero, una lucha inmediata y frontal contra la corrupción y la impunidad.

El 2017 será un año complicado. Tome las necesarias providencias.

ikatz@eleconomista.com.mx

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